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Iniciar sesiónPara evitar que me doliera más de lo razonable la pedrada sepulcral que supone cumplir setenta años, decidí proponerle a mi mujer que en la fecha señalada nos largáramos a Roma, la ciudad en la que según Pedro García Cuartango parece detenerse el tiempo, ... para ver si así se mitigaba el vértigo de ver pasar la vida a toda velocidad. Creo que Pedro se equivoca. Allí el tiempo no se detiene, se estratifica. Me di cuenta por primera vez cuando paseaba por el Corso Vittorio Emanuele, el unificador de Italia, y de repente me di de bruces con las ruinas de la Curia de Pompeyo, donde Bruto y sus compinches le asestaron 23 puñaladas a Julio César. Los restos del Campo de Marte no están al nivel de la calle, sino en un nivel inferior, en una hondonada que recuerda que el suelo de Roma ha ido elevándose a medida que los romanos enterraban las viejas ruinas de su pasado y luego las utilizaban como cimientos de construcciones más modernas. Recomiendo, para hacerse una idea exacta de lo que trato de explicar, una visita a la basílica de San Clemente, el cuarto Papa de la Iglesia católica, que fue arrojado al mar por los pérfidos procónsules de la época con un ancla atada al cuello para que su cuerpo no pudiera ser venerado por los cristianos. La iglesia que se divisa al entrar, con primorosos mosaicos bizantinos en la bóveda, es del siglo XII. Sin embargo, basta con bajar unos peldaños para descubrir bajo su suelo medieval la primera basílica paleocristiana, construida en el siglo IV sobre las ruinas de otra iglesia preexistente, ésta del siglo I, donde aún hay vestigios de religiones anteriores. Al parecer, los restos arqueológicos de los dos templos subterráneos fueron descubiertos por casualidad por un dominico irlandés del siglo XIX. Mucho antes, a finales del XV, unos jóvenes cayeron por un agujero en la colina del Oppio y también descubrieron por casualidad, bajo tierra, los restos de lo que luego se identificó como la Domus Áurea, el palacio ajardinado de 80 hectáreas que Nerón se hizo construir sobre los escombros de la ciudad asolada por el incendio del año 64. El expolio urbano fue de tal magnitud que el déspota se convirtió en el emperador más odiado de la historia del Imperio. Para congraciarse con el pueblo, Vespasiano desecó el lago del latifundio neroniano y construyó el Coliseo. Pan y circo. Años después, Trajano derribó la Domus Áurea, rellenó sus estancias con los escombros del arrumbamiento y construyó encima unas termas de acceso público. La memoria de Nerón quedó sepultada bajo las entrañas del Palatino, el Esquilino y el Celio. 'Sic transit'. La moraleja de mi descubrimiento no tiene que ver con la arqueología, sino con el poder. La historia coloca a los sátrapas en su sitio. Lo que perdura en el tiempo son sus cagadas. El centro de prensa extranjera está en la antigua vivienda de Berlusconi. Cuando Javier Martinez Brocal nos llevó a conocerla removió una estantería y nos enseñó la puerta secreta por donde entraban sus novias. Despotismo y puterío: pincho de tortilla y caña a que la combinación les suena familiar.
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