pincho de tortilla y caña

Reprobación envenenada

No será una moción de censura, sino una reprobación al presidente

Las posibilidades de que Ramón Tamames se convierta en el próximo presidente del Gobierno son aproximadamente las mismas a que lo nombren Papa de la Iglesia Católica. Ninguna de las dos hipótesis son imposibles, pero haría falta un soplo huracanado del Espíritu Santo, en el ... segundo supuesto, o un trastorno mental colectivo de los padres de la patria, en el primero, para que de verdad sucedieran. Además, aunque el prodigio tuviera lugar, el insigne profesor sólo calentaría la cabecera del banco azul durante el tiempo imprescindible para habilitar las urnas y precipitar unas elecciones generales anticipadas en las que él ni siquiera sería candidato. Así que con milagro o sin él, lo que pueda contarnos durante la moción de censura sobre su programa de gobierno, dado que no va a tener la oportunidad de implementarlo, tiene la misma trascendencia que una conferencia suya en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Es decir, la que el sufrido auditorio quiera otorgarle. No es difícil aventurar que en el caso de los diputados será lo más parecido a ninguna.

Por prescripción constitucional, la moción de censura plantea dos preguntas distintas y simultáneas que sus señorías solo pueden contestar con un único sí o no. La primera es: ¿quiere usted que el presidente del Gobierno siga siéndolo? Y la segunda: ¿le parece bien que le sustituya el candidato alternativo que se propone? No cabe responder de manera distinta a una y a otra. La respuesta debe ser la misma para las dos. Precisamente por eso en una moción de este tipo coexisten dos clases de discursos: los de censura al presidente en ejercicio y los de investidura al aspirante. Una vez escuchados ambos, si la esperanza sobrepuja a la decepción, gana el sí. De lo contrario, pierde. El debate que nos propone Vox, sin embargo, tiene trampa. Lo que Abascal le ha pedido a Tamames no es que ilusione al país con un programa que pueda sacarnos del hoyo, sino que le ayude a hundir a Sánchez explicando, desde posiciones ideológicas distintas a la suya, el negro futuro que le aguarda a España si el PSOE y sus cómplices independentistas siguen haciendo de las suyas.

Lo que tendrá lugar en el Parlamento, por lo tanto, cuando la Mesa tenga a bien ponerle fecha, no será una moción de censura propiamente dicha, sino una reprobación al presidente del Gobierno con balas de fogueo. Las reprobaciones parlamentarias no son inusuales y en ocasiones obtienen el respaldo mayoritario de la Cámara. Pero aún así no sirven para nada. Hay ministros que siguen siéndolo como si tal cosa después de haber sido reprobados en varias ocasiones. La del presidente del Gobierno, por añadidura, sabemos de antemano que no prosperará. Es inútil. Y su finalidad, espúrea. No va dirigida contra él sino contra el PP. No se trata de poner en evidencia lo malo que es Pedro Sánchez, sino lo cobarde que es Núñez Feijóo. Pincho de tortilla y caña a que Tamames no sabe, en su buena fe, que le están utilizando como bodoque de una ballesta envenenada.

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