pincho de tortilla y caña
El recado de las musas
Necesitamos una vida de repuesto que conceda una tregua a nuestras preocupaciones
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Iniciar sesiónSobrellevo lo mejor que puedo la pesada cruz de tener cerca de mi a algunos negacionistas que le achacan a la vacuna del Covid casi todos los males misteriosos que menoscaban nuestra salud. La noticia de que en España mueren cada día 117 personas por ... razones desconocidas, un 94 por ciento más que antes de la pandemia, ha dado nuevas alas a su teoría conspiranoica. Creen que no hay una explicación mejor que la suya para entender el porqué de esa fatalidad estadística. Y lo peor de todo es que no tengo a mi alcance ningún argumento de autoridad para taparles la boca. Desconozco el motivo de esas muertes misteriosas. No soy científico. No sé nada de medicina. Pero ellos tampoco. Esa es mi única réplica razonable. Todos compartimos la misma ignorancia. La diferencia es que ellos convierten su suspicacia en testimonio de cargo y yo me niego a seguirles el juego porque estoy firmemente convencido de que la imaginación no es un órgano de la verdad. Prefiero dar por buenas las explicaciones de los expertos, aunque no las entienda, que jalear las calenturas mentales de esa clase de legos presuntuosos que siempre se empeñan en buscarle tres pies al gato.
No sé por qué hay gente que se muere sin motivos aparentes, pero sí me hago una idea de lo difícil que resulta mantenerse en pie sin aliviar los sufrimientos de una vida mortal. El momento histórico que nos ha tocado vivir nos recuerda a diario la fragilidad de nuestra breve existencia. La pandemia fue un mazazo que llenó de cadáveres los círculos de intimidad de millones de seres humanos. En dos años terroríficos, el SARS-CoV2 diezmó la nómina de parientes, amigos, ídolos y colegas de todos nosotros. Creíamos que después del espanto llegaría la explosión jubilosa de los 'Felices 20', pero a la vuelta de la esquina nos aguardaba Vladímir Putin, acariciando con las yemas de sus garras el botón rojo que puede hacer sonar las trompetas del Apocalipsis. Si no somos capaces de vivir sin miedo, estamos perdidos. Solo podemos ser felices en la medida en que seamos capaces de olvidar que vamos a morir. «Sin capacidad de olvido –sostiene Nietzsche– no puede haber ni felicidad ni esperanza». Necesitamos una vida de repuesto que conceda una tregua a nuestras preocupaciones.
Esa idea siempre ha estado presente en la vida humana. Por eso inventaron los griegos el mito de las musas. La titán Mnemósine, engendrada para custodiar los recuerdos de los hombres apartando las experiencias negativas que intentaban pegarse a su memoria, ordenó a las nueve hijas que engendró con Zeus que iluminaran las mentes de los mortales. «Las musas —defienden Giulia Nissa y Marcel Detienne en 'La vida cotidiana de los dioses griegos'— nacieron para cumplir un cometido muy concreto y apreciado: proporcionar el olvido de las desgracias y el alivio a las penalidades de una vida traspasada por la muerte». Pincho de tortilla y caña a que si atendiéramos sus invitaciones a la fiesta, al descanso, al arte y a la diversión la vida nos iría mucho mejor.
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