pincho de tortilla y caña

Pocos hombres buenos

Sánchez pasará a la historia como el matasiete que disfrazó de virtud su enfermiza necesidad de poder

Empatía (25/10/23)

El tragaldabas (18/10/2023)

No tengo arreglo. Reconozco que, en el fondo, aún me negaba a admitir que la investidura de Sánchez fuera un hecho inevitable. Llámenme idiota. Me lo merezco. Sabía que la voracidad de poder del personaje era insaciable como la tenia, pero a veces me daba ... por pensar que su narcisismo proverbial le impediría mirarse al espejo si no lograba que los independentistas catalanes le rebajaran un poco, aunque fuera una bagatela, el importe de su factura. Qué sé yo, el reconocimiento de que quebrantaron alguna ley en el otoño de 2017, por ejemplo, o el compromiso de que no volverán a hacer unilateralmente lo que les salga de la entrepierna, o la renuncia a exigir la mediación de un fiador que avale la solvencia de la delegación española en el zoco del cambalache. Algo, en definitiva, que le permitiera decirle al público que tanto le aplaude que su musculatura de negociador implacable había sido capaz de doblarle el brazo a los forzudos de la otra parte.

Pero no. La foto de Santos Cerdán en el despacho del prófugo Puigdemont, bajo el mural de una muchedumbre que sujeta una urna del 1-O como si fueran las andas de un santo con barretina hizo añicos el cántaro de leche que aún se mecía en mi cabeza. Y encima sólo 24 horas antes de que la princesa Leonor jurara en Las Cortes que cumplirá y hará cumplir esa misma Constitución que los socios del Gobierno, ausentes del acto institucional, están a un paso de convertir en papel mojado.

Se acabó lo que se daba. Ya no hace falta esperar a que nos lean la letra pequeña de la ley de amnistía que señala el camino de baldosas amarillas hacia La Moncloa. Si el superviviente de Waterloo la da por buena hay que suponer que será un supositorio de acción inmediata. Una vez introducido en el conducto reglamentario, por mucho que el Supremo trate de retrasar sus efectos, Puigdemont podrá volver a España, sin necesidad de utilizar la peluca de Carrillo, y ningún juez será capaz de meterlo entre rejas. Aún más: antes o después, algún organismo internacional con membrete de Naciones Unidas dirá que a la justicia española se le fue la mano en su acción punitiva contra los caudillos del procés y les dará base para que reclamen –y tal vez consigan– una generosa indemnización por daños y perjuicios. Si yo fuera magistrado de la Sala Segunda empezaría a ponerle velas a San Raimundo de Peñafort para que la ley que ha redactado Gonzalo Boye también amnistíe los considerandos incluidos en la sentencia condenatoria. En este mundo al revés no quedan suficientes hombres buenos para orear el olor a podrido que se respira en los enclaves colonizados por el poder político. Sánchez pasará a la historia como el matasiete que disfrazó de virtud su enfermiza necesidad de poder y Conde-Pumpido como el ególatra togado que se burló de la Constitución a cambio de acomodar sus posaderas en la presidencia del Consejo de Estado. Pincho de tortilla y caña a que ninguno de los dos pasará a la posteridad como ejemplo de bonhomía

Artículo solo para suscriptores
Tu suscripción al mejor periodismo
Anual
Un año por 15€
110€ 15€ Después de 1 año, 110€/año
Mensual
5 meses por 1€/mes
10'99€ 1€ Después de 5 meses, 10,99€/mes

Renovación a precio de tarifa vigente | Cancela cuando quieras

Ver comentarios