pincho de tortilla y caña

Nostalgia

Nadie consultará el archivo que he confeccionado movido por ese 'toc' que nos lleva a buscar la estabilidad en el orden material de las cosas

¿Reconciliación?

La búsqueda de la verdad

No sé en qué momento me dio por pensar que merecía la pena almacenar los recuerdos de mi vida en cajas de cartón. Supongo que cada vez que archivaba un recorte de prensa que hablaba de mí, o que seleccionaba la fotografía de alguna peripecia ... profesional más o menos relevante, pensaba que esa colección de recuerdos podría tener algún interés para mis descendientes. Movido por esa estúpida idea decidí guardar los artículos que he escrito, los que otros han escrito sobre mí, los borradores de mis libros, los contratos de las empresas en las que he trabajado, los apuntes de mis conversaciones con gente importante, las cartas de remitentes ilustres y un sinfín de tonterías más que han ido acumulando polvo con el paso del tiempo a la espera de que, a mi muerte, algún allegado les eche un ojo para hacerse una idea de la persona que fui. La pretensión no puede ser más estúpida.

Nadie se acordará de mi cuando haya muerto y los pocos que lo hagan guardarán el recuerdo de los momentos que pasé con ellos. Nadie consultará el archivo que he confeccionado movido por ese 'toc' tan característico que nos lleva a buscar la estabilidad emocional en el orden material de las cosas. La nostalgia es una pérdida de tiempo. Cuando murió mi padre encontré en un cajón de su despacho la carátula de la película 'Suprema decisión', de Max Ophuls, con unas anotaciones manuscritas en las que le contaba a mi madre que fue después de haber visto esa película, en el cine Capitol de Castellón, cuando decidió pedirle que fuera su novia. «¿Te imaginas –le escribió– el valor de nostalgia que tendrán estas letras cuando quiera Dios que las lean nuestros hijos o tal vez nuestros nietos?». Cuando compartí el descubrimiento con mis hermanos vi cómo les asomaba al rostro un gesto de complicidad con el vaticinio de mi padre. Pero solo les duró unos segundos. Después de eso, que yo sepa, ninguno ha vuelto a releer aquella nota y es muy probable que sus nietos ignoren por completo su existencia. Alguna vez les he preguntado si quieren que les hable de él y han puesto cara de pez como toda respuesta.

Si reaccionan así ante la biografía de alguien que fue mucho más importante que yo, cosa nada difícil, excuso imaginar lo que tardarán en tirar a la basura los papeles que he ido guardando a lo largo del tiempo. Y harán bien. Si mi conducta no ha sido capaz de inspirar en ellos suficiente respeto, no tiene sentido que trate de subsanarlo modelando su memoria a través de la selección de mis propios recuerdos. Lo que debería hacer es facilitarles el trabajo y deshacerme de todo ese material inútil. Aunque no creo que lo haga. Pincho de tortilla y caña a que en la próxima mudanza vuelvo a encontrarme con los mismos fantasmas de mi pasado en sus correspondientes cajas de cartón. La nostalgia es una pérdida de tiempo, sí, pero al menos nos recuerda que aún tenemos tiempo que perder. Luego ya será demasiado tarde.

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