PINCHO DE TORTILLA Y CAÑA
Más difícil todavía
Nada será lo mismo a partir de ahora en el Consejo de Ministros; la vajilla vuela por los aires, se acabó el disimulo
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Iniciar sesiónComo viejo seguidor del show de la política agradezco que el programa incluya de vez en cuando números nuevos. No hay nada original en el vodevil del Tito Berni. La fatídica combinación de codicia, tráfico de influencias, abuso de poder y lujuria con gayumbos floreados ... ha sido la base argumental de millares de adaptaciones de la misma historia, tan vieja como el hombre y tan hedionda como el hoyo de una letrina. Todas las compañías la han representado alguna vez. Y más de una. La que esté libre de pecado, da igual su pelaje ideológico, que lance la primera piedra. Tampoco son nuevas ni la retórica de olor a sangre que están utilizando los beneficiarios del escándalo ni la técnica defensiva del ventilador que han puesto en marcha sus víctimas. Ambas cosas están más vistas que el tebeo.
En otra época, cuando la conjunción astral beneficiaba los intereses sanchistas, esté episodio de corrupción estándar no hubiera bastado para encerrar al Gobierno en el rincón del cuadrilátero. Pero hace tiempo que los astros modificaron su alineación y ahora el universo conspira contra el PSOE. Desde que se abrió la veda de las reformas del código penal —sedición, malversación y acoso sexual—, la dirección del viento ha cambiado de manera brusca. Y no solo por el pateo demoscópico que tales iniciativas van cosechando mes a mes, sino sobre todo por el efecto paradójico que han provocado en los socios que las instigaron. ERC quería que Junqueras pudiera ser candidato en las próximas elecciones autonómicas y Podemos que la ley Montero castigara con más rigor a los depredadores sexuales. Los dos tiros les han salido por la culata.
El cabreo de los independentistas catalanes es sordo, pero el de Unidas Podemos, no. El suyo es un cabreo clamoroso. Y ahí es donde se inscribe la novedad del espectáculo: el número de ver a la bancada socialista votando junto al PP la reforma de una ley impulsada por Irene Montero sin que se activen los eyectores del banco azul, ni siquiera después del enojoso debate parlamentario del martes y del encontronazo callejero de las manifestaciones feministas de ayer, es algo inédito. Lo nunca visto. Nada será lo mismo a partir de ahora en el Consejo de Ministros. El enfrentamiento que se ha vivido estos días marca un antes y un después. La vajilla vuela por los aires. Se acabaron los disimulos.
Lo lógico, en esas circunstancias, sería protocolizar el divorcio y acudir a las elecciones autonómicas sin vínculos matrimoniales, pero ambos cónyuges parecen dispuestos a llegar al 28 de mayo como Michael Douglas y Kathleen Turner en 'La guerra de los Rose'. Aún creen que serán capaces de dulcificar el final de la película. A mí me da en la nariz que se equivocan. Las guerras son bellas, pero incómodas, y las urnas siempre castigan las luchas internas. Aunque les agradezco como espectador que se propongan sorprender al público con el más difícil todavía, me apuesto pincho de tortilla y caña a que se dejan los piños, en mitad del volantín, sobre las tablas del proscenio
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