PINCHO DE TORTILLA Y CAÑA

El día de Reyes

La gran lección que he aprendido de ellos, con el paso del tiempo, es que la razón puede llevarnos a la verdad y no alejarnos de ella

Resaca (27/12/23)

Los amores vecinos (20/12/23)

A lo mejor es una confesión inoportuna, pero lo cierto es que a mi la luz de la estrella de los Magos, cuando era niño, no me condujo a caminos sobrenaturales, sino a la constatación agridulce de que la llegada del día de Reyes significaba también el fin de las vacaciones. ... La ilusión por los juguetes y la congoja por el regreso a la rutina escolar eran sentimientos tan potentes que apenas me dejaban espacio para considerar qué significaba la epifanía. No tengo ni un solo recuerdo de mí mismo tratando de responder a esa pregunta, y eso que estoy seguro de que mi madre me lo habría tratado de explicar infinidad de veces. Buena era ella para estas cosas.

Todo lo que a mí me importaba saber de aquellos tres venerables ancianos era que no se olvidaran de mi dirección, que no extraviaran la carta que yo les había escrito con mi mejor caligrafía y que sus camellos tuvieran comida suficiente para que no desfallecieran antes de llegar a mi casa. Me parecía raro que llevaran dos mil años repitiendo la misma operación y que les diera tiempo a visitar tantos hogares en una sola noche, pero la idea de que eran magos, y por lo tanto de que cualquier prodigio estaba a su alcance, disipaba cualquier suspicacia escéptica que merodeara por mi cabeza.

No supe lo que significaba la palabra epifanía hasta muchos años después y una vez que capté su significado me sorprendió que a los tres viajeros de Oriente se les llamara Reyes. Eran sabios extranjeros, astrólogos capaces de descifrar los mensajes misteriosos que escondía el cometa que habían descubierto en el cielo, y eso, a mi juicio, no resultaba muy compatible con la realeza. El poder temporal, propio de los monarcas, no casa bien con la sabiduría. Si los gobernantes fueran pensadores aventajados el mundo no estaría tan mal como está. Lo que deberían habernos dicho desde el principio es que eran científicos, y que utilizaron sus talentos para profundizar en los misterios de la fe. La gran lección que he aprendido de ellos, con el paso del tiempo, es que la razón puede llevarnos a la verdad y no alejarnos de ella, que es la tesis que defienden algunos de mis amigos agnósticos.

A veces, cuando salen a relucir en nuestras conversaciones las grandes cuestiones metafísicas, me miran con ganas de que yo les convenza argumentalmente de que estoy en lo cierto cuando les digo que Dios existe y de que hay una vida mejor al otro lado de la muerte. No entienden que si fuera tan fácil de descubrir habría habido más de tres astrólogos atinados en el lejano Oriente y que su viaje no hubiera sido tan largo y tan accidentado. El que quiera peces, que se moje el culo. Para encontrar la verdad hay que buscarla. No basta el rápido resumen de un amigo bien intencionado. Pincho de tortilla y caña a que si se dejan alumbrar por la luz de Belén sus entendederas tendrán el camino un poco más fácil.

Artículo solo para suscriptores
Tu suscripción al mejor periodismo
Anual
Un año por 15€
110€ 15€ Después de 1 año, 110€/año
Mensual
5 meses por 1€/mes
10'99€ 1€ Después de 5 meses, 10,99€/mes

Renovación a precio de tarifa vigente | Cancela cuando quieras

Ver comentarios