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pincho de tortilla y caña

2027

A Sánchez le gusta el poder más que a un tonto un lápiz, y sólo saldría de La Moncloa con los pies por delante

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Vuelta al cole

Luis Herrero

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Sánchez le ha dicho a un periodista de 'Bloomberg' que piensa ser candidato en las elecciones de 2027 y que ya lo tiene hablado con su partido. Hasta ahí, todo normal. Afirmación intrascendente. Lo más revelador viene a continuación: también ha declarado que cuenta ... con el visto bueno de su familia. Ah, coño. Las dos primeras afirmaciones carecen de interés. No hay nada de sorprendente en que quiera apurar la legislatura hasta las heces. Ya sabemos que le gusta el poder más que a un tonto un lápiz y que si por él fuera sólo saldría del Palacio de La Moncloa con los pies por delante. Tampoco aporta gran cosa la confesión de que el partido respalda sus intenciones. Todavía no tenemos noticia de que los asalariados del PSOE le hayan torcido el brazo una sola vez a su patrón plenipotenciario. Decir que el partido socialista es el feudo del siseñorismo suena a pleonasmo. Me temo que sus dirigentes dirían que sí a un suicidio colectivo. La tercera afirmación, en cambio –la del visto bueno familiar– es mucho más interesante. Algo ha cambiado en el 'modus pensandi' del presidente del Gobierno. Cuando comenzaron a aflorar las primeras informaciones periodísticas sobre las torpezas con presunta trascendencia penal de su mujer y de su hermano no dudó en cancelar su agenda y se recluyó durante cinco días cual eremita en su torre de marfil para dilucidar si merecía la pena, por seguir en el poder, exponer a sus parientes al manteo público y judicial al que empezaban a estar sometidos. Nos dio a entender, mediante su famosa carta a la militancia, que el bienestar de los suyos le importaba mucho más que el privilegio del Falcon. Si en aquella ocasión, cuando el daño a su familia aún era incipiente, tuvo la tentación (o eso dijo) de tomar las de Villadiego, ¿por qué razón no la tiene ahora? Y aún más: ¿por qué extraño motivo debería su familia animarle a seguir, una vez vistas las consecuencias achicharrantes que tiene para ella su continuidad en el cargo? Tengo la impresión (¿y por qué no decirlo?, también el queo de alguno de mis espías paraguayos) de que Sánchez cree –y Begoña y David también– que desde Moncloa se pueden minimizar los riesgos de la acción de la justicia. Es decir, que el poder es un manto protector y no un catalizador de tormentas. El razonamiento es perverso porque presupone que los tentáculos gubernamentales tienen la capacidad de condicionar a los jueces. Quiero creer que no es verdad, pero asumo que Sánchez sí lo piensa. De ahí su desilusión con Bolaños por no haberle conseguido que la Audiencia y el CGPJ frenen al juez Peinado. Para él, ese fracaso no significa que la Administración de Justicia sea irreductible en el celo de su independencia, sino que el ministro del ramo ha sido incapaz de hacer bien su trabajo. Su obligación, antes que defender a los jueces, era proteger sus intereses familiares. Pincho de tortilla y caña a que es más fácil que la legislatura llegue a 2027 a que Bolaños la termine en su ministerio.

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