café con neurosis
Normalidad española... singular
Normalidad es que en Cataluña se persiga a quien se sienta español
Las embajadas separatistas
Desolación generalizada
A lo largo de mi vida he viajado por tres continentes, y las estancias más largas han sido, casi siempre, en países democráticos, con culturas cercanas o semejantes a las del mundo occidental. En todos estos países, al margen de la prosperidad económica general, existe ... una igualdad reconocida en las leyes, y un reconocimiento de los méritos basados en el talento, el esfuerzo, la voluntad, el trabajo y la inteligencia. En ningún lugar de África, América o Europa he encontrado que el mérito y el reconocimiento se basaran en el empadronamiento. Nunca. Aquí en España, en cambio, si vives en Zarauz o Sabadell tienes una consideración superior a si vives en Teruel o Cáceres. Todavía los científicos nacionalistas no han explicado si un ciudadano de Cáceres se vuelve, repentinamente, mucho más listo e inteligente que el resto de los cacereños al irse a vivir a Sabadell. O, al contrario, si el ciudadano de Sabadell, nada más instalarse en Cáceres, pierde toda su superioridad y se vuelve un individuo manso, inferior y obediente.
El artículo 14 de la Constitución Española dice claramente que «los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social». Como verán no aparece que vivir en el País Vasco o en Cataluña sea un hecho diferencial de mérito y, al contrario, que los que no tengan su domicilio en esas dos regiones sean más tontos y más estúpidos.
Sin embargo, en un ambiente que, según fuentes gubernamentales significa 'normalidad', se ha estado cometiendo un incumplimiento continuo del Art. 14 de la Constitución. El último –que reflejaba ayer ABC, en un reportaje de Susana Alcelay– va consistir que en Cataluña y el País Vasco cobrarán una salario mínimo interprofesional de 1.400 euros, mientras los pobres españoles que viven en lugares tan atrasados y llenos de gente de poca inteligencia como Málaga o Zaragoza se tendrán que conformar con los 1.184 euros, al ser inferiores.
Normalidad singular es que en Cataluña se pueda perseguir al que se sienta español, y despachar a un pediatra excelente por atender a los pacientes en castellano, o perseguir a los funcionarios de la Generalitat que no demuestren, con evidencia y de manera continua, su desprecio a quienes no viven en Cataluña. Tan singular como administrar los impuestos del Estado y repartírselos, algo tan aberrante como que, en Barcelona, los vecinos de barrios ricos, como Sant Gervasi, se quedaran a administrar sus altos impuestos para ellos mismos, y que los de los barrios pobres, como el Raval, hicieran lo mismo. Esta es la normalidad singular de España.
Y la normalidad, en cualquier país, se rompe cuando el abuso, la discriminación, la desigualdad y la injusticia se ceban en unos muchos, mientras se premia a unos pocos, los más problemáticos y tocahuevos. A no ser que los muchos sean tan mansos que lo soporten.
Si es así, nos lo mereceremos.