café con neurosis
Los esclavos dormidos
No me da miedo que me señalen como negro en el Missouri del XIX porque crecí en una dictadura más eficaz que la que sueñan estos totalitarios que se denominan progresistas
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Iniciar sesiónHay días, como estos, en los que la seducción de la misantropía me envuelve y me ofrece su muestrario de tranquilidad. Hay tardes, como la de ayer, en las que levanto un acta perpleja, al observar que las personas que pasean perros son superiores en ... número a las personas que pasean niños, hasta que la memoria me advierte que es una mera evidencia de la estadística, porque vivo en un país donde hay más perros que niños. Vivir en una sociedad donde nacen más perros que niños, me plantea si el entusiasmo por la igualdad llegará a exigir que haya plazas de perros en las escuelas o que los perros, cuando alcancen la mayoría de edad, tengan derecho a alguna plaza de ministros en el Gobierno. No me escandaliza, porque tuve una boxer, Galia, cuya inteligencia era superior a la de algún ministro que he conocido.
Hay días, como estos, en los que siento tanta piedad como asombro, al contemplar a los repartidores de comida, pedaleando sobre una bicicleta para llevar una pizza o una hamburguesa a casa de una familia, que tendrá el frigorífico con suficiente comida en su interior, y unas instalaciones de vitrocerámica, armarios empotrados, horno, lavavajillas, etcétera, que habrán costado unos miles de euros. Los veo pedalear entre los automóviles, tragando la contaminación de los tubos de escape, y me parecen los esclavos del siglo XXI. Nunca se habló tanto de comida, nunca los cocineros gozaron de tanto respeto y celebridad, y nunca, como ahora, ha aumentado tanto el consumo de comida basura.
Hay días, como estos, en los que la rejuvenecedora rebeldía se aplaca por cansancio, y huyo de conversaciones con personas a las que quiero, porque me aburre ese esfuerzo baldío para demostrar lo evidente, y busco argumentos para convertir el egoísmo en virtud, no por necesidad, claro, sino por todo lo contrario: desinterés por cualquier ambición.
Hay días, como estos, en los que recuerdo los versos de Benedetti –«No te rindas que la vida es eso,/continuar el viaje,/ perseguir tus sueños,/ destrabar el tiempo,/ correr los escombros y destapar el cielo»– y siguen siendo válidos, pero no me arrastran, o puede que la pereza haya aumentado con el inevitable paso de los calendarios.
En días como estos me doy cuenta de que, en las redes, no está el correo de Espartaco, ni es 'influencer', ni siquiera me consta si, por algún rincón, hay un Espartaco que todavía no ha descubierto quién es.
Y no me da miedo que me señalen como negro en el Missouri del XIX, ni como judío en la Alemania del XX, porque crecí en una dictadura más eficaz que la que sueñan estos totalitarios que se denominan progresistas. Lo que me causa miedo es notar que mi rebeldía comienza a desear el largo sueño de los esclavos.
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