bala perdida
Leña al mono Sánchez
Qué imaginación le ponen algunos a la fiesta, cuando no hay imaginación
Forasteros de aquí (2/1/24)
Feliz polarización (30/12/24)
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Iniciar sesiónNunca se extinguió el lema envenenado de estas fechas, que aúpa que la Nochevieja se pasa bien, o en familia. Pero ahora resulta que también puede pasarse en la tarea de figuración de mirón, en medio de la intemperie de la calle Ferraz, mientras un cafre notabilísimo apalea un muñeco ... que dicen que es Pedro Sánchez. Qué imaginación le ponen algunos a la fiesta, cuando no hay imaginación. No sé si esto del muñeco de tunda es pasarlo bien, o en familia, o ambas cosas, pero sí es una estampa muy española, zona barbarie, como despeñar a una cabra del campanario o soltarle una bofetada bien cruzada al tonto en la plaza del pueblo, dos empeños, la cabra y el tonto, en los que el cainismo nacional pilla mucho entrenamiento de cuando en cuando. Al tonto, y a la cabra, le agregamos ahora un saco de trapero que es y no es Sánchez, y a todo le incluimos un solventísimo tarado, que la emprende a golpes contra el guiñapo, como si eso fuera arte o ciencia. Yo, sinceramente, no veo odio en esta circunstancia, porque el odio es sentimiento destilado, y compite en tamaños sensibles con el amor, de manera que un púgil sin neurona, el de la noche aludida, no me cuadra por ahí. Ahora, un púgil sin neurona sí reúne violencia, que es algo que sólo requiere impulso y un palo, o un paraguas, y la violencia ya sabemos que sobra siempre, sepultando inevitablemente cualquier motivación reivindicativa, que no la hay en este caso, por cierto. Yo aquí lo que veo es que en España siempre hay un tontiloco al que se le puede ir la mano, y luego cuatro parientes de mejor causa que van a ver la escena intolerable como quien se acerca a un circo o a un accidente. Hay ya una voluptuosidad del mal, por ahí pendiente, y hay también un afán recóndito, pero creciente, de ejercer aquello del sólido fascismo: «la violencia es una higiene del mundo». Esto sí, pero odio no, porque el odio viene a quedar en las altas aristocracias del sentimiento. Los saben los poetas, que son lo contrario al zángano que pasó la nochevieja en el recreo estúpido de darle leña al mono.
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