la barbitúrica de la semana
Eso no lo harían con Hacienda
El anuncio de Feijóo promete despropósito
Si no puedes contra ellos, insúltalos (3/6/2023)
Elegir, ¿pero así? (27/05/23)
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Iniciar sesiónCuando a Cultura le quitan la cartera, acaba ejerciendo como ministro el de Hacienda. Ocurrió con Rajoy. José María Lasalle no sólo se vio de manos atadas como secretario de Estado de Wert, es que no fue capaz de zafarse. Méndez de Vigo consiguió ... enmendar los bandazos, pero el mal ya estaba hecho: Montoro se había cansado de humillar al sector con sus frases infelices y sus navajazos fiscales. El advenimiento de Pedro Sánchez no mejoró la situación. Vista como algo accesorio, un florero quizá, la Cultura ha servido a los socialistas para presumir, aunque su desinterés sea el mismo que el de los populares. El anuncio del candidato Alberto Núñez Feijóo sobre la posible eliminación del Ministerio de Cultura pone de manifiesto esa idea perversa del palo y la zanahoria. Jesús García Calero explicó esta semana la ocasión perdida que eso supondría, sobre todo cuando es mucho lo que se puede ganar con una política de Estado a largo plazo.
El balance del Gobierno de Pedro Sánchez en la materia es irregular y decepcionante. La primera medida que dispuso, la restitución de una cartera exclusiva, fue interpretada como un gesto de buena voluntad para con uno de los sectores que había experimentado los peores recortes presupuestarios desde la crisis. Sin embargo, todo el entusiasmo que pudo despertar se hundió en el desconcierto de quienes vieron con asombro y estupor el nombramiento como ministro de Màxim Huerta, un personaje con relumbrón mediático pero sin experiencia alguna en asuntos de gestión cultural. El carácter cosmético de aquella elección marcó la que sería una primera etapa de desorden.
José Guirao fue discreto y comedido, pero José Manuel Rodríguez Uribes actuó como un pusilánime. Su gestión estuvo llena de desaciertos y la eclosión de la pandemia sólo empeoró las cosas. En una de las tantas comparecencias durante el estado de alarma, dijo, parafraseando de mala manera a Orson Welles, que primero estaba el cine y después la vida. Lo hizo en una comparecencia conjunta con el entonces ministro de Sanidad, Salvador Illa, para anunciar las acciones que tomaría el Gobierno para atender las necesidades del sector cultural ante el cierre indefinido de museos, teatros, cines, galerías, salas de conciertos y librerías. Uribe era un 'hombre cuota' en el tren ministerial de Sánchez y lo dejó muy claro. Si José Ignacio Wert tuvo una relación casi patológica con el sector, por el cual sentía un profundo desprecio, José Manuel Rodíguez Uribes lo superó en la simpleza de sus razonamientos y la pobreza de sus medidas. Lo explicó Nuccio Ordine en aquel magnífico ensayo: un martillo no es más valioso que un cuadro por el hecho de tener una función práctica. El dilema era falso. No era la vida o el cine, porque existe una línea de continuidad entre ambas. Eliminar el ministerio es quitarle peso político a todo lo que importa en España: su riquísima historia, su deslumbrante patrimonio y su descomunal talento. Si eso no lo harían con el Ministerio de Hacienda, por qué sí con el de Cultura.
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