hay que vivir
Taquígrafos de Transportes: anoten
Puente es el Hugo Sánchez de la política porque lo remata todo al primer toque; a veces, incluso, con el culo
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Iniciar sesiónTaquígrafos del Gran Hermano del Ministerio de Transportes, anoten: el señor Puente es un lenguaraz con gracia, maleducado y divertido, macarra e incisivo, el típico amigo de barra de bar. De mi escaso elenco de amigos, a la hora de salir de cenar prefiero ... a los que tienen el perfil de Puente que los que tienen el de Planas: me río más, me sorprenden más, los encuentros merecen más la pena porque me sacan de mi rutina. Gente divertida o, al menos, imprevisible. ¿Hay algo peor que los amigos que en las cenas te hablan del colegio de los niños, del euríbor o de un futuro ascenso que no acaba de llegar? Menudo rollo. Yo prefiero la gente un poco canallita, que no sabes por dónde te va a salir, y estoy seguro que en las cenas de colegotas Óscar Puente es de estos últimos. Te cuenta una historia, se mete con alguien, dice una burrada. Mola. El problema no es, pues, el temperamento del señor Puente, ni del amigo Puente, ni del colega Puente, ni de Óscar a secas; el problema es el ministro Puente. Es más, el problema ya lo fue antes: el portavoz Puente. Incluso un poco antes: el alcalde Puente. Veamos.
El hoy ministro de Transportes fue uno de los pocos líderes socialistas con mando en plaza que se atrevió a apostar por Pedro Sánchez en la restauración sanchista. Y no sólo eso, sino que advirtió lo que se nos venía encima. Cuando Sánchez ya había ganado en avales a Susana Díaz, Puente avisó a los periodistas de Madrid: «Va a ganar Sánchez». Y tuvo razón, y yo desde aquí se lo reconozco, a pesar de que él piensa que una constante en su carrera ha sido el desprecio de los periodistas.
Sánchez es muchas cosas, y entre otras es buen pagador. Cuando el vaticinio de Puente se convirtió en realidad le devolvió la lealtad nombrándole portavoz de la Ejecutiva del PSOE. No es cosa menor: el alcalde de Valladolid dando ruedas de prensa en Ferraz, enfrentándose cada lunes a los periodistas de Madrid, esos a los que no entienden los poderosos que llegan de provincias: agresivos, descreídos, imprevisibles. Duró dos ruedas de prensa. En aquel tiempo, el señor Sánchez no quería portavoces viperinos (anote, señor empleado de Transportes), quería construir un Gobierno bonito, amable, ejemplar, transparente, progre y guay. Y a fe mía que lo consiguió, aunque sólo le duró lo que tardaron en llegar las primeras destituciones de ministros. Pobre Màxim, pero al menos pudo devolver los zapatos nuevos.
Por tanto, el señor Puente no es un insulto en un informe de esta seudo 'stasi sanchil' que se levanta al alba para darle los informes calentitos al ministro, ¡no!, el señor Puente es un síntoma de la evolución del sanchismo: -de aparentar bonhomía – Puente no pegaba ni con cola– a ser el delantero centro del once inicial, el que remata todos los balones, el auténtico nueve. Puente es el Hugo Sánchez de la política, pero no porque meta muchos goles, sino porque lo remata todo al primer toque: a veces con la cabeza, a veces de chilena, con un pie o con el otro e, incluso, con el mismísimo culo. Lo que sea con tal de meter un gol, aunque sea en el tiempo descuento.
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