LA TERCERA
Jaulas para IA en Europa: ¿Estamos construyendo la dictadura perfecta?
«Tengamos claro, desde la sociedad civil, que la Inteligencia Artificial nos exige pensar urgentemente en la Europa que queremos construir. Todo lo demás es aceptar una nueva revisión del fondo constitucional de la UE»
¿Duda alguien quién gana en Europa la carrera entre regulación e innovación tecnológica? Si la regulación y el control de tecnologías que incorporan riesgo, avanzan al mismo ritmo, si una comunidad política como la europea decide sincronizar su regulación y el control de los riesgos que supone el avance y progreso de la IA, porque su ideología o su miedo justifican que tienen que avanzar cuando menos al mismo ritmo, hay un punto, necesariamente, de no retorno regulatorio.
Toda mezcla de adivinación y regulación, incluso la razonable anticipación al riesgo, por el regulador de turno, incorpora el coste invisible que es la sobreregulación. Ese exceso regulatorio tiene además un efecto y un comportamiento automáticos: multiplica el aparato del Estado y demanda más regulación. Esta fecundidad se puede apreciar desde el sector agrario a los criptoactivos. Garantizar el resultado altruista del uso de una herramienta corriente y potencialmente peligrosa, como un cuchillo, por medio de leyes y de organismos que las apliquen, supone necesariamente el colapso de la propia sociedad que lo ponga en práctica. Por el momento todos vivimos en una sociedad que coexiste con el riesgo, y comprender la necesidad de esa coexistencia, es una parte esencial de nuestro éxito, por precario que nos parezca, y por eso el cocinero de masterchef o nuestra abuela pueden emplear un cuchillo sin solicitar previamente un informe de antedecentes penales. Porque si una sociedad sabia y poderosa decidiera, llegado el momento del cénit de su progreso, solucionar con reglas perfectas la peligrosidad de los cuchillos -o los ordenadores- y garantizar a sus ciudadanos que una herramienta semejante nunca pueda producirles un efecto dañino o suponerles peligro, eso exigiría un esfuerzo regulatorio tal y la construcción de un sistema de control tan enormes en la producción, distribución y el uso de los mismos que transformaría toda la estructura institucional original hasta hacerla irreconocible. Efectivamente, sería una dictadura perfecta.
Lo que ha generado más de un siglo de progreso científico desde la publicación de la hipótesis cuántica, el optimismo emprendedor de un mundo inmerso en un proceso continuo de globalizaciones sucesivas, y varias generaciones de paz lo va a regular, lo está regulando ya, en Europa el miedo.
Nueva economía, nuevo derecho, nueva política. Son términos que nunca han estado tan juntos como en la era de la neuroesfera, otra nueva globalización, cuyo núcleo lo constituye la Inteligencia Artificial a la cual que he descrito en otros artículos como un inminente derecho humano y un bien público universal.
Los LLM (Large Language Models) y los «Transformers» generativos están causalizando una tensión desconocida para nuestras instituciones, inmersas en una nueva e inadvertida lucha ideológica en torno a nuestros modelos regulatorios y a la igualmente peligrosa «actualización» de nuestros derechos fundamentales. Nunca un nuevo tejido regulatorio, en torno a un paradigma tecnológico, ha podido adquirir más transcendencia que la que da pretexto la Inteligencia Artificial y su regulación.
La Union Europea, ha optado por sobreregular la Inteligencia Artificial, debido a su potencialidad peligrosa. Esa «peligrosidad» social de la IA está permitiendo (lean el Reglamento europeo) la creación de las bases de un Estado preventivo y sobredimensionado, de control de las herramientas de progreso más formidables de la historia de la tecnología humana. Aquel mundo de startups y desarrolladores e inversores que creó la tecnología IA no ha sido el que ha protagonizado la regulación europea que, como he señalado, se ha orientado a la peligrosidad social eventual de la misma: funcionarios, lobbies, grandes despachos de abogados y consultoras, además de las grandes empresas extraeuropeas que no quieren que la industria de la UE les genera competencia. Ya expresé públicamente que grandes lobbies internacionales no europeos habían ayudado a los organismos regulatorios de la Unión a equivocarse gravemente, favoreciendo la hostilidad del ecosistema legal europeo hacia la IA, encareciendo el emprendimiento y la innovación en nuestra región y haciendo menos atractiva Europa para el desarrollo de esta tecnología; que empresas como Meta -una de las grandes corporaciones norteamericanas en el ámbito de la Inteligencia Artificial- habían financiado en Europa una campaña pro regulación exhaustiva, mientras que en Estados Unidos había sido partidaria activamente de una regulación de mínimos, y que otros grandes lobbies como la fundación del inefable Soros, habían liderado el pánico regulatorio europeo mientras que en Estados Unidos se habían puesto su perfil menor en cuanto a la regulación.
Las diferencias en torno a la comprensión legal de la IA delatan ya grandes regiones geoestratégicas. Mientras en Estados Unidos, núcleo generador de esta revolución, y China asumen una amplia libertad científica y empresarial, con grados de proteccionismo público y muestran un dominio claro en el nuevo paradigma tecnológico. Europa da muestras de inadaptación ideológica al nuevo paradigma. Baste un ejemplo que me trasladó un importante ingeniero de una multinacional europea: No les es posible el uso de inteligencia artificial en departamentos críticos de la compañía porque su dirección legal no puede garantizar que cumplen con el Reglamento Europeo que regula esa tecnología (antes de entrar en vigor).
Es un síntoma y una advertencia no sólo respecto al modelo de libertades en ciencia y en economía que deseamos para nosotros, sino para todo el modelo de contrapoderes que consideramos necesarios frente al Estado. Para un emprendedor son costes económicos multiplicados que pesan sobre su decisión de localizar la implantación de su negocio y su inversión y que cuando menos son procesos que hacen más complejo su proyecto, introducen serias incertidumbres legales y dificultan la introducción en el mercado de su tecnología novedosa. Son, además, mayores riesgos de discrecionalidad administrativa. Para una tecnología que despega, que precisa de concentración de inversión y que puede escoger dónde establecerse no es precisamente una bienvenida al territorio europeo.
Finalmente, si examinamos lo que revela las mayores carencias técnicas del Reglamento es su desinterés por lo que precisamente hace que la «máquina» mágica funcione. Me refiero al propio código informático. ¿Porqué la seguridad de las cadenas de suministro de código no se han regulado?, ¿porqué no se exige que se inventaríe y se conozca qué código informático es el que interviene, cuáles son sus condiciones legales y la naturaleza técnica del código? Esto no es una sobreregulación, pues Estados Unidos en su Orden Presidencial de 12 de mayo de 2021 «on improving the Nation´s Cybersecurity» obliga en las adquisiciones de software efectuadas por cualquier Agencia federal a proporcionar el inventario de los componentes del código informático (SBOM) que se suministra.
No está claro porqué a nuestros reguladores no les preocupan estas cosas. Toda nuestra realidad social es porosa a la tecnología IA por eso su sobreregulación afecta y afectará a todos nuestros ámbitos sociales e individuales. Tengamos claro, desde la sociedad civil, que la Inteligencia Artificial nos exige pensar urgentemente en la Europa que queremos construir. Todo lo demás es aceptar una nueva revisión del fondo constitucional de la UE, revisión engendrada por lobbies, intereses de transnacionales y partidos que aún creen en la estatalización de la totalidad de la realidad civil y económica de nuestra comunidad.
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