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¿Un vuelco histórico?

Cabe preguntarse si no hubiera sido mejor para Rusia tomar el camino de los países del este de Europa una vez liberados de Hitler y Stalin

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Siempre ha habido historiadores que han visto a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas como 'un gigante con pies de barro'. Y no todos por razones ideológicas, al ser buena parte de ellos conservadores y ver en la revolución marxista-leninista de 1917 una ... gran amenaza al sistema liberal-capitalista que imperaba en la mayor parte de Occidente, sino también por considerar que traicionaba sus propios principios. Marx había dicho que la revolución proletaria tenía que venir después de la burguesa, cuando los obreros, hartos de la explotación a la que venían siendo sometidos desde la Edad Media por parte de la nobleza y de los grandes empresarios, se alzasen contra tal sistema y lograran una distribución más justa de los beneficios que generaba su trabajo. Pero la Rusia de 1917, que acababa de perder la guerra frente a Alemania, no es que no hubiese tenido la revolución burguesa, es que ní siquiera había tenido lo que Marx consideraba la prerrevolución moderna, la reforma protestante, que acabó con la unidad del cristianismo en Europa y la autoridad del papado en buena parte de ella. En realidad, aquella Rusia seguía en la Edad Media y como no sabía qué hacer con la familia zarista, la envió a Siberia, mientras bolcheviques y mencheviques concretaban el nuevo régimen en el Parlamento y los rusos blancos lo hacían con los rojos en el campo de batalla. Incluso había otra objeción a lanzarse sin más a la revolución total: Marx también había dicho que no podría triunfar en un solo país. Necesitaba un estallido general para tener éxito. Y la Gran Guerra estaba en su punto álgido. Francia e Inglaterra estaban demasiado ocupadas en derrotar a Alemania para revoluciones. Aparte de que la mayoría de los obreros estaban en el frente.

Aunque eran objeciones muy a tener en cuenta, Lenin, al que los alemanes habían metido en un vagón precintado desde Suiza, decidió jugársela y ganó. Poco después, el Gobierno ruso pedía a Berlín el armisticio. Muy pocos se figuraban que treinta años más tarde se volverían las tornas.

Uno de los ensayos más brillantes de Sebastian Haffner es el que dedica al pulso que sostuvieron Lenin y Stalin para convertir la Unión Soviética en la superpotencia que emergió de la Segunda Guerra Mundial. Gracias a la apoplejía que dejó a Lenin sin voz, y apenas movimientos, se impuso Stalin con su política de purgas, deportaciones, ausencia de derechos y libertades. Pero viendo cómo a su sucesor actual se le subleva la unidad más eficaz de su Ejército, el grupo Wagner, compuesto de mercenarios, justo en plena ofensiva de los ucranianos para reconquistar el territorio ocupado por la agresión rusa, cabe preguntarse si no hubiera sido mejor tomar el camino elegido por los países del este de Europa una vez liberados de Hitler y Stalin. Lo dejo para mi próxima Tercera y dedico las últimas líneas para advertir que podemos estar ante un acontecimiento histórico: el del fin del comunismo soviético.

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