LA SUERTE CONTRARIA

Zorra

Eurovisión está para hacer el ridículo año tras año con consignas trasnochadas

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Mientras ordeno la biblioteca, hojeo 'Guerra y paz' y sonrío recordando a Maria Bolkonsky y a Natasha Rostova, personajes prodigiosos y arquetípicos. No puedo evitar pensar que el amor literario –o, mejor, la mujer literaria– es una ficción creada por el hombre. En concreto, por ... el hombre que escribe. En el mundo real hay pocas Marias y pocas Natashas. Y, la verdad, tiene todo el sentido: ninguna de ellas son mujeres reales. Se trata de dos personajes nacidos de la mente de Tolstoi, proyecciones que nacen de los deseos del escritor, de sus idealizaciones y seguramente de sus frustraciones. Es decir, son creaciones profundamente masculinas. La mujer es la creación literaria por excelencia: Julieta, Holly Golightly, Beatriz Portinari, y Laura de Noves, y Alicia y Emma Bovary.

En medio de la reflexión enciendo la tele y me encuentro con Nebulossa, que dice que «si salgo sola, soy la zorra. Si me divierto, la más zorra. Si alargo y se me hace de día, soy más zorra todavía. Y aunque me esté comiendo el mundo no se valora ni un segundo. Estoy en un buen momento, reconstruida por dentro. Y esa zorra que tanto temías se fue empoderando. Y ahora es una zorra de postal. A la que ya no le va mal. A la que todo le da igual. Lapídame si ya, total, soy una zorra de postal. Yo soy una mujer real. Y si me pongo visceral de zorra pasaré a chacal. Te habrás metido en un zarzal«.

Qué cosas. Recuerdo a Josep Pla, que fumaba para poder adjetivar bien. Y me viene a la cabeza su visión de la mujer como el ser antirromántico por excelencia. El pobre Tolstoi, el pobre Dante y el pobre Shakespeare idealizando a la mujer mientras la realidad, tozuda, se empeña en ir por otro lado, como el cauce de un río horadando el tiempo. Todos los poetas del mundo llorando, gritando y desquiciándose por la ausencia, con las yemas de sus dedos destrozadas de tanto contar hasta once. Pero Nebulossa solo quiere empoderarse, reconstruirse y rimar postal con zarzal. Nunca se cansa uno de aprender.

Y, entiéndanme, que la canción es lo de menos. El tema tiene algo de Alaska, de Vaquerizo, de Tino Casal y, por supuesto, mucho de Las Vulpess, que hace cuarenta años ya cantaban 'Me gusta ser una zorra'. Y aquí no pasaba nada. Hay en el tema un punto de provocación infantil y vulgarzón, como si alguien llegara a las vanguardias en el momento exacto en el que están muriendo. Y el tema hace hasta gracia: pocas cosas tan satisfactorias como tocar un poco las pelotas a según quién. No pasa nada, el arte es así, una manera de agitar el avispero y Eurovisión está para hacer el ridículo año tras año con consignas trasnochadas.

Y luego el feísmo y la mediocridad y el puño en alto. Pero tanta literatura, tanta poesía y tanta belleza; tanto hombre destrozado por tanta mujer; tantos versos tristes esta noche; tantas Anas Kareninas en mentes de rusos barbudos: y tanto Salinas y tanto Aleixandre y tanto Pepe Hierro intentando comprender. Y resulta que, en realidad, lo único que ella quería era ser una zorra.

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