la suerte contraria
Vino tinto contra el odio
Salgan de las redes, bloqueen a los pesados de los wasaps políticos, y bajen al bar a intentar comprender al vecino, mirándole a los ojos
España: obsolescencia programada
El hombre del traje gris
Se trata de tomar un par de vasos en el bar de abajo, que quizá no sea el más 'cool', pero que es el más cercano y, por lo tanto, el que te corresponde. Tampoco es necesario pedir un vino caro. De hecho, gastarse ... demasiado en el vinillo de un miércoles es una cosa pretenciosa, 'snob' y que roza la mala educación. Hay tiempo para todo, chico. En Valladolid estamos bien enseñados por nuestros abuelos, que nos insertaron la etiqueta del chateo en el mismo núcleo del ADN. Tú, en tu casa, te puedes tomar lo que te dé la gana, pero el chateo en sociedad exige saber adaptarse a algo asequible, en la línea de lo que pidan tus compañeros, sin dar el cante. Porque tomar un vino es solo una excusa para acercarnos al otro. Y todo lo que nos acerque al otro está bien. El vino, en realidad, lo puedes tirar. Lo importante es no vivir sintiéndote especial, porque el que se siente especial suele ser un gilipollas, y nada aleja tanto del otro como un gilipollas y un mal compañero de chateo. Ese que pide cosas exclusivas y pone problemas a lo que, por definición, ha de ser sencillo y fluir con naturalidad. Y, sobre todo, conviene acostumbrarse a pedir algo asequible, porque es normal que, de la nada, surja alguien que te quiera invitar. Y ya me dirás cómo vas a quedar con tu vino de seis pavos.
Lo mismo pasa con la misa. Se va a la del barrio, a la que te ha tocado. Yo creo que ir a una iglesia que está a media hora de tu casa es una chorrada inmensa, porque lo que estás dando a entender es que se te queda pequeño el párroco, que tu fe es diferente a la del 3ºA o que lo que le vale al resto a ti no te vale, porque tienes necesidades más complejas. Y ya hemos quedado en lo que pensamos de los gilipollas.
La iglesia del barrio, el bar de abajo, el mercado de la esquina: la vida es una sucesión de círculos concéntricos. Solo si estás construido en lo próximo puedes crecer en lo lejano. Pero ese es el orden: tu familia, tus amigos, tu entorno. Y luego, lo demás. Está muy bien preocuparse por los niños palestinos y por los 'influencers' de Kansas City, pero está mucho mejor llamar a tu madre, ir a ver a la abuela y regodearte en la experiencia sensorial real, es decir, la que captas por los sentidos. Desde luego, no es bueno encerrarse en los propios límites, y para eso estamos la prensa y los libros, que son ventanas al mundo. Sobre todo, la prensa seria y los libros buenos. Leer prensa basura y ciertos libros puede resultar mucho peor que no leer nada. Pero el ser humano no está preparado para someterse diariamente a las opiniones de miles de personas a las que no conoce, porque no estamos preparados para digerirlo y, sobre todo, porque esa transferencia de conocimiento es artificial, perniciosa y contraproducente.
Salgan de las redes, bloqueen a los pesados de los wasaps políticos, manden a galeras a los polarizadores y bajen al bar a intentar comprender al vecino, mirándole a los ojos y extendiendo la mano. Y si no consiguen comprenderle, al menos invítenle a un vino. Apenas eso.