la suerte contraria
Urtasun y el asquito
Eso es lo que les molesta, que los toros son universales, que en ellos está representado el ciudadano dando libremente su opinión
La descomposición ha comenzado
Derecha y estado de bienestar
Su postura no es la expresión de un pueblo rebelde que mantiene su dignidad al negarse a aplaudir las imposiciones del españolismo tradicionalista y toda esa sarta de chorradas en rojo-Ródchenko y negro-Mafalda a las que nos tienen acostumbrados sino, muy al contrario, ... la de un elitismo snob-becaria que desprecia la cultura popular –la cultura de base, que dirían ellos–, la cultura como expresión atávica y profunda de un pueblo que admira, absorto, su tragedia. Y no tengo nada contra el elitismo, yo soy profundamente elitista. De hecho, pienso que el gran problema de España es que no hay élites, que las que creen que lo son no lo son y que las que deberían serlo no están a la altura. Hasta el punto de que la élite cultural es, hoy por hoy, Ernest Urtasun, ese Manuel Fraga de Sant Gervasi, con pinta a la vez de batería de Sidonie y de emperador romano despatarrado en su triclinio.
Para apreciar a Rothko, a Pollock o a Bourgeois hace falta un cierto desarrollo, un camino no siempre sencillo de recorrer y la humildad de aceptar tus carencias ante un arte complejo que te eleva y te perfecciona a través del esfuerzo para trascender lo evidente. No todos lo consiguen. En la tauromaquia –o al menos en la tauromaquia que me interesa– hay mucho de esto, una profundidad sofisticada que es inútil tratar de explicar porque, como el expresionismo de Bacon, va directo al sistema nervioso sin pasar por el córtex. Pero no solo eso. Para disfrutar de los toros no hace falta ni una inteligencia sobrehumana ni una gran formación cultural. Los toros son, a la vez, lo más elevado y lo menos elevado, lo más complejo y lo más sencillo, lo más exquisito y lo más crudo. Te hacen disfrutar en cualquier nivel de la escala y creo que precisamente eso es lo que les molesta, que los toros son universales, que en ellos está representado el ciudadano dando libremente su opinión, sacando el pañuelo blanco o iniciando una bronca monumental y que lo circular iguala, que el pobre y el rico se sientan uno junto al otro, que dos desconocidos se abrazan más fácilmente delante de una trincherilla de Morante que delante del busto de Largo Caballero de Nuevos Ministerios. Y que comparten purillos sin preguntarse sin son más de bolcheviques o de mencheviques.
A los españoles nos gustan los toros por lo mismo que nos gusta el rock, el flamenco o levantar piedras: porque son expresiones que nacen del pueblo y que el poder no puede controlar. Ese es el motivo por el que Urtasun lo odia. Se niega a aplaudir a 'El Juli' y pone cara de asquito como Aragonès se negaba a dar la mano al Rey o como los socialistas de Castilla y León se negaban a dar la mano al presidente de las Cortes por voxero. Hay profundas fallas personales en quien antepone su gusto personal a la obligación de la institucion que representa de defender el patrimonio cultural del Estado. Pero, sobre todo, hay profundas fallas intelectuales en un ministro de Cultura que solo es capaz de aplaudir aquello que es capaz de comprender.
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