la huella sonora
No estarás sola en tu camino
Porque todo padre está mentalmente preparado para entregar a su hija a la vida, pero no lo está para entregársela a las hienas
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Iniciar sesiónLo bueno de que el AVE esté saturado es que no puedes volver a casa antes de lo previsto. Esto puede ser una pesadilla para el hombre neurótico, que se ve obligado a perder un tiempo que no tiene. Pero, sin embargo, es un sueño ... para su esposa, que no solo se libra de sorpresas desagradables, sino que ve cómo surge la posibilidad de prorrogar el abrazo con su amante, ese tipo que le da el tiempo que al neurótico le falta.
También es un regalo para el hombre literario, que ve cómo la vida le regala un par de horas en las que no solo no tiene nada que hacer, sino que, además, no puede. Ese es el sueño de quien vive en lo onírico: estar obligado a perder el tiempo y que además el culpable sea otro. Preferiblemente el gobierno, o quien quiera que mande ahora en Renfe.
Así que antes que estar durante horas mirando un panel, decido abandonar la estación de Chamartín, que es una mezcla entre un edificio soviético de 1972 y el Dubrovnik de 1991. Y convertido en 'flaneur' llego a Plaza de Castilla, donde me encuentro una exposición en la Fundación Canal que me pone los pelos de punta: 'Artistas y modelos: historias de pasión, creación y destrucción'.
El Rey parecía querer decir: «Hija, no eres libre, estás atada al destino de España» (No se me ocurre un destino más cruel)
La 'expo' gira en torno a la relación entre el artista y la musa. Y en un mundo en el que el amor es solo una aplicación de móvil, resulta revelador enfrentarse otra vez a lo real, a lo carnal y desesperado, a la ascensión y caída -ambas excesivas- de amantes humanos y presenciar la verdad dolorosa y sublime que subyace entre el arte y el amor. Y así conocemos la relación fascinante que hubo entre Gala y Dalí o el infierno que sintió María Teresa López, la mujer morena que pintó Julio Romero de Torres. Nos adentramos en las relaciones entre Chillida y Pili Belzunce, entre Sorolla y Clotilde García, entre Granell y Amparo Segarra, entre Antonio López y Mari Moreno, entre Bacon y George Dyer o entre Picasso y todo lo que se movía.
Mientras caminas, lees frases que harían palidecer al Ministerio de Igualdad, barbaridades como 'te quiero', 'eres mía', 'quiero ser tu esclavo' y, en definitiva, sentimientos que los convertirían hoy a todos en terroristas, a unos en autores intelectuales y a otros en su brazo armado.
Y me acordé de lo bien que encajaría ahí el libro de María José Solano, 'Una aventura griega' (Debate), donde los papeles se invierten, la musa se convierte en escritora, el escritor se convierte en musa y en lugar de ir Mahoma a la montaña, la montaña va a Mahoma. Y le sale a Solano una historia de amor fascinante, un amor cuántico que no ha tenido lugar en el tiempo, pero sí en el espacio. Y que, precisamente porque no ha sucedido, no para de suceder. Y se buscan entre dimensiones, como ese cinematográfico Drácula que cruzaba «océanos de tiempo para estar contigo».
Pero me temo que el mundo ya no está interesado en historias de amor, de amor real, verdadero, muerto. Tampoco en el amor que nace y muere en una mirada, un amor pasado de moda como el que vi el martes entre un padre y una hija. Porque todo padre está mentalmente preparado para entregar a su hija a la vida, pero no lo está para entregársela a las hienas. «Querida Leonor: no estás sola en tu camino», le dijo el padre a la hija, convirtiendo al Rey en profeta ante la mirada luminosa e inocente de quien ni siquiera sospecha lo que se le viene encima. Parecía querer decir: «Hija, no eres libre, estás atada al destino de España. (No se me ocurre un destino más cruel). Un día ya no estaré y ese día será el que más me necesites».
Ese padre fuimos, por un momento, todos los padres. Y esa hija, todas las hijas. Y la mirada fue un cordón umbilical que ofrecía una salida por la que trepar de vuelta al hogar. Y entonces, solo entonces, caes en la cuenta de que no solo era el momento de irse de Madrid, sino que además -«no estás sola en tu camino»-, ese fue siempre tu único destino.
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