la huella sonora

Rosalía vestida de monja

A Rosalía se lo perdonamos todo. Con un límite, por supuesto. Que es Hakuna. Hasta la aberración tiene sus códigos

Club de padres de 'Aitaners'

Presentación de 'Lux', el nuevo disco de Rosalía, el pasado lunes en la plaza del Callao de Madrid EP

Rosalía se viste de monja, un poco como Madonna en 'Like a Prayer', un poco como Marilyn Manson en 'Antichrist Superstar'. El lunes llegaba a Callao acompañada de una multitud, mientras en las pantallas de la neoyorquina Times Square se proyectaba la portada de ... su nuevo disco, 'Lux', en la que también sale vestida de monja, con la cofia cubriéndola el pelo y los brazos inmovilizados bajo un blanco nuclear, como si en lugar de hábito lo que llevara fuera una camisa de fuerza. No sabemos, por lo tanto, si el misticismo le viene tras haber visto 'Sister Act', 'Sor Citroën' o 'Alguien voló sobre el nido del cuco'. En cualquier caso, me parece bien, cada uno tiene sus momentos vitales, sus asesores espirituales y, sobre todo, sus consultores de marketing, que es a lo que estamos. Supongo que habrán sido precisamente estos últimos los que le han dicho que ahora la provocación viene por ahí y que si hace unos años esto hubiera supuesto un escándalo en el mundo católico, hoy supone un escándalo en el mundo anticatólico. Como ven, la cosa es provocar y si antes se vestían de drag queen, hoy de 'Las chicas de la Cruz Roja'. Pero, en el fondo, lo de siempre.

Aunque lo que llama más la atención es el relato que acompaña a todo esto, eso que ahora llaman 'storytelling'. En un pódcast con Mar Vallverdú, Rosalía decía: «No sé si a ti te pasa, pero tengo un deseo dentro de mí que sé que este mundo no puede satisfacer. He pasado toda mi vida teniendo esta sensación de vacío. (...) Quizá es el espacio de Dios, de la divinidad. (...) Un espacio que sólo Dios puede llenar».

Es la espiritualidad, tía. El vacío, ¿'saes'? En plan, una movida 'heavy', «tipo una energía», como decía una chica en el Metro. Y luego el feminismo, que ahora dicen por esos lares que las chicas quieren ser monjas para abandonar la opresión del varón y para buscar la libertad. El convento como liberación y el obispo como liberador, la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida. Y la verdad es que ya no sabemos si el rollo le viene por progre o por regre, por feminista catalana o por reaccionaria de la calle Preciados. Así que los de la guerra cultural están recluidos en los cuarteles de invierno, discutiendo si han ganado o han perdido.

«Tiene algo de bonito, de sencillez. Una vida más simple, pero con mucha profundidad. Quizá sea un camino precioso. Yo admiro mucho a las monjas. Son como ciudadanas celestiales, ¿sabes?», le dice Rosalía a Vallverdú, en pijama, que las monjas también llevan pijama. Y la tendencia parece aclararse: lo religioso como estética. Contra el mundo, el convento. Así que, si la sociedad no nos gusta, pues nos enclaustramos. Del Evangelio, pasando.

Huelga decir que aislarse del mundo es renegar de la obra de Dios, y renunciar al otro es renunciar a tu hermano, es decir, a Su hijo. Pero vamos, que es Rosalía, no León XIV ni lo tiene que ser. Uno siempre ha pensado que donde tiene que estar un católico es en los caminos y no en los conventos, pero qué sé yo, quizá Rosalía haya leído aquella aberración de Rod Dreher llamada 'La opción benedictina', quizá haya visto un concierto de Ghost o, en un alarde contrarreformista, puede que haya decidido abrazar la imaginería frente al vacío iconoclasta y, en lo que llega o no llega la parusía, se hace unas lentejas con RoRo.

Los chavales confunden la cruz con un logo, la fe con una moda y la religión con lo identitario. O sea, justo lo contrario de lo que debe ser

Así que los artistas se nos hacen un poco meapilas y los chavales confunden la cruz con un logo, la fe con una moda y la religión con lo identitario. O sea, justo lo contrario de lo que debe ser. Pero a Rosalía se lo perdonamos todo. Con un límite, por supuesto. Que es Hakuna. Hasta la aberración tiene sus códigos.

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