LA SUERTE CONTRARIA
Racistas, idiotas y maleducados
Un campo de fútbol es el entorno más agresivo y más inapropiado que se me ocurre para un niño después del Congreso de los Diputados
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Iniciar sesión'Insultar a un jugador de fútbol negro' es un subconjunto de la categoría 'insultar a un jugador de fútbol' que, a su vez, forma parte de otra aún mayor, que es insultar en general, insultar dando gritos, echando espumarajos por la boca con ... la yugular tensa como la cuerda de una bandurria y, seguramente, delante de muchos niños. Yo entiendo que un niño donde debe estar un domingo es en su casa leyendo, con sus amigos haciendo deporte o con sus padres dando un paseo. Si hace bueno puede ir al campo o a la playa, jugar con sus primos, cogerse el tétanos en columpios oxidados o abrirse la cabeza bajando escaleras con una bicicleta destinada a dar paseos bucólicos, paseos como de película holandesa, con tulipanes en la cesta de delante y una tarta en la de atrás. También puede estar en misa, en un museo o visitando a sus abuelos y su bandeja de torrijas, hasta el coma diabético. Pero no en un campo de fútbol, que es, hoy por hoy, el entorno más agresivo, menos virtuoso y más inapropiado que se me ocurre para un niño después del Congreso de los Diputados.
Pero allá los padres. Saben a dónde van. Y que vayan a un lugar con tantos racistas es lo de menos. El problema no es ser racista sino maleducado. Al fin y al cabo, ser racista es algo íntimo, algo que se puede llevar en secreto, como las almorranas o el voto al PSOE. Tampoco pasa nada porque se te vengan insultos a la cabeza, a mí se me vienen cientos, aunque no por motivos de la raza del otro sino de su estupidez. Pero el problema no es pensarlos, sino gritarlos. No se grita. No se grita nunca y menos aun un insulto, que es como dejar claro que eres idiota, como airear tus pufos a Hacienda delante de una grada llena de inspectores. No se grita a nadie, ni a Vinicius, ni a Sánchez, ni a Almodóvar. Aunque te apetezca. La educación consiste en hacer lo contrario de lo que te apetece. Si te apetece estar tumbado, te sientas. Si te apetece saludar a una señora cuando estás sentado, te levantas. Y si estas en el baño y tienes sed, en lugar de beber el agua ahí mismo, directamente del grifo como un Fox Terrier, te vas a la cocina y te pones un vaso. Y pones el vaso en un plato. Y el plato en una bandeja y en la bandeja una servilleta, una flor y un recuerdo de Pontevedra. La clave siempre es la misma: no ser tú mismo si eres gilipollas.
Y la realidad es que, si crees que hay algo de de malo en ser negro, gay, socialista, moro o gitano, el problema lo tienes tú. Y si tienes ese problema, mejor lo ocultas, para no hacer el ridículo. Y si no te han enseñado valores en casa, al menos educación. Y, si ni siquiera te han enseñado eso, ya te lo enseñará un juez. Un jugador del Madrid o un entrenador del Getafe tienen que acostumbrarse a recibir insultos, como los columnistas, los árbitros y el resto de profesiones de riesgo. Pero conviene poner un límite y ese es la raza, el credo, la orientación sexual y la ideología. Porque se puede ser idiota, no pasa nada. Pero, por favor, hasta eso, con educación.
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