LA SUERTE CONTRARIA
Un poquito de audacia
Es fundamental comprender esto: Sánchez nos está enseñando todos los agujeros de la arquitectura del Estado
La vida nos enseña a desconfiar de los políticos audaces y de las personas sin complejos. Yo soy un gran defensor de los complejos, creo que conviene cultivarlos y tenerlos siempre presentes porque constituyen un resorte evolutivo de primer nivel y ayudan a no decir ... la primera tontería que se nos pase por la cabeza. Una persona sin complejos está demasiado segura de sí misma y no contempla la posibilidad de equivocarse ni de estar haciendo el ridículo, que es otra forma de equivocarse, pero con pasión. Creerse infalible es propio de necios o de dioses. Y como no soy politeísta cerramos el silogismo.
No se debe confundir prudencia con miedo. La prudencia está bien, pero el miedo está mejor. Si tienes miedo de que ese león te pueda comer o de que lo que vas a decir sea una estupidez, probablemente lleves razón en ambos casos. Es ahí donde conviene invocar a los complejos y dar una vuelta al argumento, no vaya a resultar que si nadie está de acuerdo contigo sea porque no tienes razón.
En cuanto al político audaz, no se trata, como puede parecer, de una persona valiente y decidida sino temeraria y kamikaze, alguien sin miedo ni complejos y del que hay que huir porque nos lleva al borde del abismo. Eso es ser un pésimo líder, una persona inmadura e inconsciente. Cuando se alaba la audacia de Sánchez, en realidad no se aplaude su osadía sino su falta de límites, su imprudencia. Y hay que decir claro que Sánchez no es valiente. Una persona valiente se planta delante de sus principios y es capaz de defenderlos sabiendo que, al hacerlo, podría perderlo todo. Para eso no solo hay que tener valor sino, sobre todo, principios. Es el camino difícil. Y el caso de Sánchez es el contrario, su audacia es solo un mito que deviene de no tener nada que defender excepto el poder. Por eso, aunque lo disfrace de arrojo, Sánchez solo sigue el camino fácil, que es el que le conviene.
Pero nada de lo que ha hecho es ilegal. Todo lo que ha hecho lo ha hecho porque puede hacerlo. El fallo, por lo tanto, es del sistema que se lo permite. Es fundamental comprender esto: Sánchez nos está enseñando todos los agujeros de la arquitectura del Estado. Y alguien debería tomar nota para que, cuando se vaya, se acometan las reformas necesarias para proteger al Estado del presidente del gobierno y que el uso correcto de los resortes del poder no dependa solamente de su buena voluntad.
Pero tan malo es el exceso de audacia como su ausencia. Hay que tener más colmillo del que está mostrando el PP. La investidura de Sánchez no está hecha y la historia le está dando a Feijóo la oportunidad de mostrarse como el único defensor del Estado frente a la apuesta abierta del PSOE y de sus socios por un estado federal y frente a la apuesta de Vox por uno unitario. Les han dejado solos en la defensa de la Constitución y de las autonomías. Y el regalo les llega en vísperas de su sesión de investidura y con todo el poder autonómico en sus manos. Podrían usarlo, quizá, para algo que no sea mirar.