la suerte contraria

El lado correcto de la historia

Hemos pasado de un lugar protagonista a los arrabales. De una política exterior ejemplar al ridículo sistemático

Una sociedad xenófoba

Un Ortega en la derecha

Menotti dijo una vez que España tiene que decidir si es toro o torero. Lo dijo hablando de fútbol, pero me temo que esa dialéctica sirve para más cosas. España ha de tomar una serie de decisiones que impactan en lo más profundo de un ... estado-nación, que es su lugar en el mundo, sus alianzas, su visión del futuro compartido y el papel que quiere jugar en esos escenarios dentro de un mundo en conflicto permanente. Esta decisión no la puede tomar el secretario general del PSOE de espaldas al Gobierno ni éste de espaldas a las Cortes, puesto que lo que se dirime es una posición estratégica como Estado y no una mera táctica del Gobierno.

De la mano de Juan Carlos I España mantuvo un rol protagonista dentro de las relaciones internacionales, defendiendo un lugar de influencia en Europa y siendo puente con América, con el norte de África, con Israel y con los países árabes. Hoy no solo hemos perdido la influencia en América, sino que mantenemos una relación ya abiertamente hostil con Argentina y camino vamos de hacer lo mismo con Italia. Y solo porque a Sánchez le interesa electoralmente. En este sentido, habría que recordar al presidente que su íntimo parecer sobre el presidente que hayan elegido los argentinos o los italianos es irrelevante: su papel pasa por mantener buenas relaciones con todos ellos porque un país no tiene ideología sino intereses. Cualquier otra opción implica comportarse como un adolescente caprichoso. No solo eso: con el mundo árabe ha logrado mantener relaciones inexistentes, con Marruecos y Argelia conflictivas y con Israel, directamente hostiles.

En este sentido, cabe recordar el BOE del 25 de junio de 2015: «La presencia judía en tierras ibéricas era firme y milenaria, palpable aún hoy en vestigios de verbo y de piedra (…). Los hijos de Sefarad mantuvieron un caudal de nostalgia inmune al devenir de las lenguas y de las generaciones (…). Aceptaron sin rencor el silencio de la España mecida en el olvido». Ese día España otorgaba la nacionalidad a los sefardíes, originarios de estas tierras que «bajo la furia de los totalitarismos optaron por los caminos de retorno a su añorada Jerusalén». Bien, hoy vamos contra el BOE. No es que devolvamos a los sefardíes al silencio que una vez pretendimos revertir, sino que directamente los expulsamos al bando de enfrente a pesar de que, entre ellos, haya ciudadanos españoles –sefardíes–, compatriotas a los que hemos abandonado a su suerte tras culpar a Israel –su estado de acogida– de un genocidio solo por defenderse de unos terroristas que persiguen su aniquilación.

Hemos pasado de un lugar protagonista a los arrabales. De una política exterior ejemplar al ridículo sistemático, del 'toro o torero' a un mono con dos pistolas. Hitler, en Tesalónica, se cargó a 50.000 sefardíes, aunque a nadie aquí parezca importarle demasiado. Todavía hay quien dice que España no tomó parte en la II Guerra Mundial. Curiosamente son los mismos que piensan que hoy estamos en el lado correcto de la historia.

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