LA SUERTE CONTRARIA
Hoy torea Juan
No hay nada más importante hoy en España que ver a Juan Ortega en Las Ventas
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Iniciar sesiónCuenta Juan Ortega que cuando le pidió a Pepe Luis Vargas que lo apoderara, este respondió que tenía que consultarlo con la vecina. A Juan le costaba imaginarse al maestro en el rellano de la escalera pidiendo sus impresiones a una señora en bata, ... pero no dijo nada. Luego resultó que la vecina no era una señora de Camas sino la que llora en San Gil. Le dijo que sí y aquel día empezó a cambiar todo. Pepe Luis le fue explicando toda la escuela sevillana y algo comenzó a germinar dentro de él. Y, gracias a eso, los demás sabemos ahora que siete años es exactamente el tiempo necesario para completar una formación interior, pasar de humano a artista y convertir en Verdad lo que solo eran reflejos.
Juan se ha convertido en un maestro. En uno de los mejores, que eso lo he visto yo. Todo se ha ordenado y las piezas han cristalizado en una manera de estar en la plaza. Y en la vida. Aunque me temo que ambas cosas son, en realidad, la misma. No se puede 'hacer' sin 'ser', no se puede ser un gran torero siendo una persona vulgar, no se puede transmitir profundidad donde solo hay hondura. Ese torero es grande, yo lo he visto. Pero la persona ha de serlo aun más. Esto último no lo he visto, aunque lo intuyo. Tuve la suerte de saludarlo personalmente y hay cosas que se comprenden viendo solamente cómo un hombre se sienta, cómo da la mano y cómo aguanta la mirada.
El miércoles se presentaba en sociedad en Madrid. Alquiló el Santo Mauro, invitó a cincuenta personas y sacó el champán bueno para decir «aquí estoy yo». Y, sobre todo, «este soy yo». Me recordó al Quijote, cuando en el capítulo V dijo eso de: «yo sé quien soy» que, en realidad, quiere decir «yo sé quién puedo llegar a ser». No lo dijo abriéndose la chaquetilla, no hace falta irse de rodillas cuando lo que se intenta decir es, de verdad, profundo. Tampoco hace falta vestirse de luces, hay cosas que se dicen mejor con un traje gris marengo y una cara como de actor de los años cincuenta.
Dijo Juan muchas cosas y estoy intentando asimilarlas. Aunque la más importante solo la sugirió: no se torea como se es sino como se quiere llegar a ser, y eso implica que quien torea no es él sino su ideal de sí mismo. Por eso no hay miedo delante del toro. Porque el miedo viene del instinto de supervivencia, de lo humano. Y el ideal de uno mismo viene de lo divino y no entiende de arritmias. Ese ideal no necesita sobrevivir porque se alimenta de sueños y de fe en un mismo. Cuando llega, te muestras como quieres llegar a ser y te conviertes en eso mismo. Esa confluencia es la que hace que nazca la naturalidad, lo cual da confianza, que, a la postre, es el origen del valor. Y entonces ya viene el arte, las muñecas rotas, el mentón clavado en el pecho y la pureza del temple, que es echar el tiempo hacia atrás. Garci dice que Juan habla como un escritor. Y eso es porque todo artista es, antes que nada, un poeta. No hay nada más importante hoy en España que ver a Juan en Las Ventas. Así que allí estaremos. Al menos, yo. Y la vecina.
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