LA HUELLA SONORA
Y tu hija, ¿qué está haciendo?
Igual de importante que enseñar a un hombre a tratar a una mujer es enseñar a una mujer a tratar a un hombre. No hay un ápice de diferencia

Llego tarde, pero es que hasta ahora no había tenido nada que decir sobre 'Adolescence', la serie del momento, que es un prodigio técnico y un coro de interpretaciones notables. Pero eso ustedes ya lo saben. Lo importante de 'Adolescence' no es eso ... sino haber sido capaz de mostrarnos un hallazgo clave: la realidad es fractal y padres e hijos vivimos en mundos diferentes. Podemos compartir coordenadas, sofá e información genética. Podemos darles un beso cuando se van a la cama, hablar de la actualidad en la mesa y sentirnos orgullosos de que cedan el paso a las ancianas. Pero, en realidad, eso es solo una parte de su vida, porque el teléfono móvil les abre las puertas a dimensiones diversas donde son personas diferentes, con códigos distintos e incluso vidas paralelas. No sabemos muy bien qué hacen nuestros hijos ahí dentro, esa es la verdad. Pero más preocupante es que no sepamos quiénes son del todo.
Las críticas que ha recibido surgen fundamentalmente de quienes creen que la serie criminaliza al varón, creando pánico sin motivo. Yo no lo veo así. La serie muestra una realidad innegable: hay mucho cafre. Hay en las redes sociales una reivindicación de un tipo de masculinidad que trata al hombre como un troglodita y que surge como modo de (sobre)reaccionar a ese discurso feminista que el hombre actual -me incluyo- interpreta como un ataque. Y lo interpreta porque lo es. Es evidente que en la sociedad existe una discriminación positiva a favor de la mujer, que se ve beneficiada por ello y que accede a ventajas por el increíble hecho de tener dos cromosomas equis. O ni siquiera, bastaría con sentir ese segundo cromosoma para jugar con mejores cartas. Esto es un hecho que se viene denunciando desde hace años. Y es normal que haya una generación hasta las narices. Lo que no es normal es que la respuesta sea promover actitudes misóginas, machistas y agresivas que, en todo caso, son marginales. Hay que estar atentos a lo que hacen nuestros hijos, de acuerdo. Hay que educarlos, enseñarlos a comportarse y explicarles que a la mujer no se le trata ni como dueña ni como esclava.
Todo esto está muy bien. Pero, ¿alguien está pensando en las chicas? En la serie no sabemos mucho de la chica asesinada excepto que, posiblemente, era una acosadora, que despreciaba a los chicos que no consideraba atractivos y que -abreviando- posiblemente era un malvada. Eso no justifica nada, claro. Pero igual de importante que enseñar a un hombre a tratar a una mujer es enseñar a una mujer a tratar a un hombre; igual de decisivo para la sociedad es tener a chavales que se comporten como buenos chicos como tener a mujeres que se comporten como buenas chicas. No hay un ápice de diferencia. Si aceptamos que hay mucho mal tipo hemos de aceptar que hay mucha mala tipa. Y yo, como padre de una adolescente, tengo una responsabilidad. ¿O son las mujeres seres de luz, almas prístinas, corazones inmaculados? Solo quien no ha conocido al suficiente número de mujeres puede pensar semejante tontería. Hay mujeres malas como hay hombres malos. Y la violencia que son capaces de ejercer ellas es de idéntica intensidad que la que son capaces de ejercer ellos. Cada uno con sus armas, cada cual con su instinto.
Frente a los que opinan que no hay de qué preocuparse, me pongo en el lugar de enfrente. Está bien que nos preguntemos qué está haciendo nuestro hijo y cómo trata a las mujeres. Pero igual de bien -y por el mismo motivo- estaría que empezáramos a preguntarnos qué está haciendo nuestra hija y cómo trata a los hombres. Porque ni todos los lobos tienen barba ni todas las caperucitas coletas.
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