la suerte contraria
Fairytale of New York
Imagínense pasar la Nochebuena en el 'tanque de los borrachos' y, peor aún, hacerlo para no estar solo
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Iniciar sesiónSe fue Kirsty MacColl, se ha ido Shane MacGowan, pero siempre nos quedará 'Fairytale of New York', ese antivillancico compuesto por un tipo que fue demasiado punk para ser folk y demasiado folk para ser punk. Aunque, en realidad, lo que le pasaba a ... Shane es que era demasiado genio para ser un hombre. Y demasiado humano para creerse un genio. Dice Nick Cave que Shane ni siquiera se esforzaba, que todo en él era obra del talento, de las pelotitas que Rafael de Paula dice que Dios tira desde el cielo. Esto de las pelotitas de Paula lo digo yo, no Nick. Aunque me temo que estaría de acuerdo porque así funciona la cosa: Dios lanza el talento de modo aleatorio y a algunos les alcanza de lleno en la cabeza. Y eso es todo. Algunos no lo soportan, es desquiciante entender que por mucho que tengan, nunca podrán ser Shane MacGowan. Algunos no son capaces de admitir –yo los he visto– que no todo está en venta; que aunque puedas comprar las mejores casas, dormir en los mejores hoteles y beber de las mejores botellas y de las peores mujeres, el talento no se pueda comprar. Y dan igual los apellidos. Pero luego llegan Shane, Morante o Camarón. Y Maradona y 'Seve' y Prince. Y el resto a tomar notas. No me digan que la vida no es maravillosa.
He dicho que 'Fairytale of New York' es un anti villancico porque tiene poco de inocencia, de ingenuidad, de alegría dulzona como un zumo de naranja. La canción habla de un inmigrante irlandés que pasa la Nochebuena borracho en una celda. Allí se encuentra con un anciano que comienza a cantar 'The Rare Old Mountain Dew', una canción tradicional irlandesa que hace que MacGowan recuerde a una antigua amante con la que habla mentalmente. Rememoran cuando se conocieron, una Nochebuena igual que esa. Ambos se culpan del fracaso de sus vidas, de su juventud aplastada por el alcoholismo y por las drogas. Y lo curioso es que mientras se destrozan, se siguen queriendo. De algún modo, conservan la esperanza de que sus sueños de inmigrantes rotos se hagan algún día realidad. Y si no: «Feliz Navidad. Ruego a Dios que sea la última», remata, dejándonos para siempre destrozados. Maldito Shane.
Su villancico es la canción de los perdedores, sí. Y la de los solitarios. Es el villancico de la derrota, la desesperanza y el fracaso. Imagínense pasar la Nochebuena en el 'tanque de los borrachos' y, peor aún, hacerlo para no estar solo. Es la banda sonora de la marginalidad, de los sueños rotos y de las adicciones. Es la música de los débiles. Pero Shane y Kirsty no pierden la compostura cantando porque nunca la tuvieron. «Podría haber sido alguien», dice Shane. «Bueno, todos podríamos», responde Kirsty. «Robaste mis sueños», añade. «No, solo los guardé, cariño», aclara Shane. «Los puse junto a los míos porque yo no puedo conseguirlo solo». No, esta no es la música de los débiles. Al fin y al cabo, todos lo somos. Este es el evangelio según MacGowan y la música de dos genios que ganaron la gran partida sin ni siquiera llegar a sospecharlo.
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