La huella sonora

Como Delibes, lo contaremos en novelas

Conviene que España vuelva la mirada de nuevo a los maestros que nos enseñaron a luchar contra la censura

El defensor del periodista

La voz a ti debida

El imaginario colectivo ha querido que Delibes pase a la posteridad como un novelista que cazaba. Sin embargo, él siempre dijo que se consideraba un cazador que escribía novelas. La realidad es que, además de esas dos cosas, Delibes fue un periodista. Ante todo, un ... periodista. Y no uno más sino uno especialmente comprometido con la defensa de la libertad de expresión. La censura franquista fue especialmente dura con él, a quien destrozaron literalmente la vida. Las depresiones debidas a este tema le acompañarían para siempre. Y, como consecuencia, los medicamentos y un profundo hartazgo vital. Su relación con Fraga, que le despojaría hasta de la dirección de 'El Norte de Castilla', fue especialmente conflictiva y la censura franquista se cebó con él. Delibes llega a decir que la peor censura no es la que no te deja contar la verdad, sino que la que te obliga a contar la mentira. Exactamente eso es lo que había.

No, el Delibes periodista no nace del Delibes novelista sino al revés: el novelista es consecuencia del periodista, de sus frustraciones, de la censura y de las dificultades para ejercer la profesión con libertad y elevar la voz del campo castellano, hundido en la miseria, el olvido y el abandono. Porque aunque Puigdemont no lo sepa el campo castellano era, por entonces, algo parecido a lo que hoy entendemos por tercer mundo. Él sentía el deber de contarlo. Y el régimen de que no lo hiciera. Son estas frustraciones y el marcaje férreo de la censura lo que le llevaría a contar en novela lo que no pudo contar en el periódico. Así nacen, por ejemplo, 'Las Ratas' o 'Viejas historias de Castilla la Vieja', textos durísimos de un marcado carácter reivindicativo. Y antes, 'Mi idolatrado hijo Sisí'. Eso es el periodismo: una herramienta para contar lo que pasa y poner contra las cuerdas a los que quieren lo contrario. Se entiende así que el Delibes novelista nace del Delibes periodista, como una rama fuerte a la que el árbol ha de bombear su savia, sabedor de que, en último término, supone su propia salvación.

El 18 de diciembre de 1970, Vergés trasladaba a Delibes que el director general de prensa le había advertido sobre él. «No sé dónde acabaré. Me quieren a mí», advertía el escritor cuatro años antes. Pero siguió. Pudo optar por ponerse de lado, como hicieron otros, y refugiarse en la Academia y sus éxitos literarios. Pero él no era así. Delibes no calló. No lo hizo nunca y se llegó a enfrentar al régimen para defender la vida -el quinto mandamiento no viene con anexo- de los sentenciados a muerte en el Proceso de Burgos. Un hombre íntegro y valiente.

Contra la desinformación

La situación de hoy no es ni parecida a aquella. Pero no porque los que mandan no quieran sino porque, de momento, no han podido. La censura que persiguen Sánchez y la izquierda -que la verdad parezca mentira- y la que quiere Musk y la ultraderecha -que la mentira parezca verdad- son parte del mismo problema. Vienen tiempos difíciles en los que conviene que España vuelva la mirada de nuevo a los maestros que, como Delibes, nos enseñaron a luchar contra la censura y la desinformación. Y si no nos dejan escribirlo en periódicos, lo contaremos en novelas. Pero no tengan duda de que lo contaremos. Quizá la historia que estamos haciendo aún tenga remedio.

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