proverbios morales

Biblia

La Biblia enseña mucho más acerca de la vida humana y sus conflictos que cualquier otro relato clásico o moderno

Cincuentenario

Hunda

Una amiga progre y feminista vuelve entusiasmada de una escapada parisina a la gran retrospectiva de Jacques-Louis David en el Louvre y me reprocha sostener la tesis de que no funcionan los acuerdos de paz sin vencedores ni vencidos. Fíjate, me dice, en las Sabinas, ... que se interpusieron entre los romanos que las habían secuestrado y sus cabreadísimos parientes, consiguiendo que salieran tan amigos del trance. Conmovedor, el cuadro de David sobre este asunto, admito (aunque me gusta más del de Poussin, que lo inspiró). Pero tanto ambas pinturas como el mito que representan son versiones de la misma trola consoladora. Los romanos mataron a los sabinos y se repartieron sus mujeres. Nunca hubo raptos pacíficos en las guerras de la Antigüedad. Todo guerrero sabía que si su bando fuera derrotado, el vencedor lo asesinaría y se llevaría a su viuda como esclava o concubina. Es lo que anuncia el pobre Héctor a su esposa Andrómaca en el sexto canto de la Ilíada.

La Biblia es mucho menos consoladora. Le echa a la vida y a sus conflictos bastante realismo. En sus guerras nunca hay empates. Se podría aprender mucho de la Biblia si se leyera bien, y no atropelladamente, como parece haberlo hecho el Gobierno israelí en los últimos tiempos. A los hechos me remito: llamar 'Carros de Gedeón' a la operación miltar de invasión de Gaza delataba un despropósito: una gedeonada, para decirlo en español castizo. Gedeón combatió contra dos grandes ejércitos invasores de Oriente, los de Madián y Amalec, en tierras de Transjordania. Podría haber servido de enseñanza bíblica durante la guerra de Yom Kippur, pero la que comenzó el 7 de octubre de 2023 se ha parecido mucho más a lo que ocurrió en la última etapa de la vida de otro de los grandes jueces de Israel, Sansón, aquel cuya fuerza residía en su larga y tupida cabellera.

La historia seguro que todavía os suena, queridos niños. En una incursión relámpago, los filisteos se llevan rehenes hebreos a Gaza. De hecho, se llevan al propio Sansón, al que Dalila, una filistea malvada, ha rapado al cero. Le sacan los ojos y lo encadenan a una noria. Un día deciden divertirse a su costa y lo llevan al templo de Dagón, petado de público que solo quiere reírse sanamente a su costa, pero no se dan cuenta de que al pelón le ha crecido el pelo. Al grito de «¡Muera yo con todos los filisteos!», Sansón derriba las columnas del templo, cuyo techo se desploma y no queda nadie vivo. Y es que los rehenes, como enseña la Biblia, son armas de doble o triple filo. Como Sansón, han destruido Gaza, desplomada sobre los túneles donde yacían cegados. Cada día que Hamás los retenía, se derrumbaba parte del cielo sobre los gazatíes. Es una desgracia para Gaza que los yihadistas no lean la Biblia, y una tragedia para Israel que su Gobierno no la haya entendido.

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