De qué sirve

De qué sirve, quisiera yo saber, todo lo que era sólido. Lo que se intuía que se perdía. Lo que se veía que se perdía, y lo que finalmente se perdió como perdí a mi padre. Yo ahora me pregunto por los robagallinas en el penal de El Puerto, y la satisfacción de Puigdemont, por encima de nosotros, con esa chulería del juez Garzón que me estraga las siestas estas de noviembre en las que medio sueño con el imperio de la Ley y otras quimeras. Sólo nos queda la calle, y sirve.

Digo que me acuerdo de los encerrados a perpetuidad en la 'trena' por revender una 'chusta' en un aparcamiento, y los que se inventaron un martirologio en un maletero sabiendo que iba a venir la psicopatía, el narcisismo felón, a traerlos bajo palio. Hay que preguntarse de qué sirven los lunes, la declaración de la Renta, los agobios, los alumbrados de Vigo o Málaga, si ya se ha vendido España. En lo espiritual, en lo tangible, y en eso que nos permitía ser homologables al desarrollo.

Las viudas de la Constitución siguen llorando, y las hijas de sus hijas, también. Con su bandera patria en los bulevares, tranquilamente hablando cargadas de razones. No se quitaron el luto sus abuelas desde que arrancó noviembre, total para qué, si ya lo que fue España hiede a cadaverina y a eructo de 'mongetes'. Luego aparecen los 'laissez faire', con un razonamiento pedestre para justificar, tan educados ellos, que les hayan afanado el país y que la Historia juzgará a Sánchez: está España, 'amic', como para verles jugar al rol y a sus conceptos 5.0 de la política, porque el resto estamos equivocados, claro. De qué sirve vivir si ya llevamos el exilio en el alma.

Me consuelo viendo vídeos de Chiquito de la Calzada, que también murió un noviembre. Cuando perece lo importante. Resistiremos, ahora sí. Cafres y exquisitos. Todos.