LAPISABIéN
Habaneras de Malibú
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Iniciar sesiónTraían las olas ceniza a la arena vacía, nadie vio ya ni delfines ni tiburones reidores desde el cadáver de carbón de aquel muelle. El vaivén de aquellas olas era, ante el mínimo sol que iluminaba el lienzo y se escapaba de la humareda, un ... magma gris bañando a aquel rincón del mundo en que se quiso vetar a Dios y a ciertos hombres. Ha ardido Los Ángeles cuando uno siempre quiso ir a L.A., y cuando Occidente, por ley del horror histórico y cíclico, iba precisando de un apocalipsis urbano a estas alturas del milenio: han combustionado, a la vez, los Jardines de Babilonia y la Biblioteca de Alejandría sin nadie que bendiga a América. Hay un lloro por Los Ángeles que arranca en Malibú y se mezcla con el 'Mulholland Drive' de David Lynch.
Se pena por una forma muy particular de asomarnos a las colinas de una ciudad que eran, al final, las colinas que más nos sabíamos y que creíamos ver, al anochecer, bajando de Segovia a Madrid. Se nos ha quitado una forma de ver el mundo, una parte del mundo.
Las piscinas en forma de riñón, los artesonados españoles en aquellas mansiones en las que se frivolizaba contra Trump, son hoy 'campos de soledad, oh Fabio'. No hay literatura que pueda contra este escozor requemado de almas. Cuando el fuego se achicaba y hacía frío al sur de California, el panorama fue completo. Hizo, lo juro, un frío helador como en un cuento desesperanzado y mojadito en whisky de Bukowski.
Había que escribirle esta habanera a Las Colinas de Hollywood. Ecuador del pecado. A esas piscinas ya lloradas, y a esas otras desde las que quizá un muerto, un ahogado, viniera a contarnos el crepúsculo de los dioses. Los Ángeles es la ciudad que más se parece a nosotros mismos. Con el suelo de fuego y el cielo de tea, Los Ángeles no puede crecer más que por el celuloide, que al derretirse da un crepitar y un olor que nunca se olvida.
No cabe ni una oración ni una lágrima. Caben todas las oraciones y todas las lágrimas. De Los Ángeles que fue ya todo es tristemente literatura y cine. De que resurjan las palmeras va el milagro.
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