LAPISABIEN

Dos europeos

Otegi y Puigdemont, lo más granado para debatir el futuro

Nostalgias del Puente de los Franceses

Morante

En la crisis de Europa, cuando los bárbaros entren por el hielo ya calentorro de Groenlandia, por las parameras del sur, habrá que encomendarse a Otegi. Y a Puigdemont. El futuro del europeísmo son ellos dos: se ve que Arnaldo, criaturita del Follonero, se ... europeizó en el maco/trullo entre las duchas frías y el aura de pólvora: como Cervantes soñó 'El Quijote', él soñó Europa a la sombrita. El otro, Carles, siempre ha sido europeo, bruselense, en esa fugas en las que ha comprendido después y desde dentro las ventajas de Europa. Ni Schuman ni leches; ellos hablando de paz, vestidos de limpio, en ese atentado contra la humanidad y la estética que es el palacete de Waterloo. Los dos, el cateto divinizado del prepirineo y el ungido por Zapatero, negociando el 'qué será, será', de esta parte del planeta que tan poco pinta según las últimas informaciones.

Poco nos importa que esta cumbre entre dos errores del sistema haya profundizado en los desafíos del mundo moderno. Más nos importa que el frente común le diga a Sánchez que las concesiones tienen que tender ya a infinito, y que se programe una genuflexión cada hora con un discursito amoroso y didáctico de Marisú Montero. Puigdemont es buen anfitrión para pensar en castellano Europa con el achispado de la ratafía. Otegi deja el traje de montañero saltamugas y oye, queda como decente para que él, precisamente él, ande preocupado por los tambores de guerra.

Si el presente fuera otro, hasta nos daría cierta risa triste estás reuniones. Si el mundo fuera otro, si no acabaran por importarnos tanto y por decreto estos dos, hubiéramos hecho lo posible y lo imposible por hacerles un meme. Fue ver esta 'juntera' en Bélgica, circunspecta, y sentir un latigazo de vergüenza. Ahí quedan Otegi y Puigdemont, retratados para la historia, lo más granado que España tiene para negociar el futuro del mundo. Después de los parabienes, en su soledad de prócer, Puigdemont seguiría leyendo esquemitas en la bañera, como el Churchill que se nos ha hecho el tipazo a estas alturas de la película.

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