lapisabién
Dolor cuatricómico
Ya ni Rufián me alegra las tardes
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Iniciar sesiónLa muerte de Ibáñez vino a resonar en las conciencias y en los mocos, alguna lagrimilla 'me se« corrió cuando la mocedad vino al encuentro un sábado ardoroso. Hacía calor, no nos iba mal en el Tour, en Correos andaba la cosa entre el caos y el Apocalipsis ... , y llegó la noticia. Dolieron los viejos tebeos, tembló la infancia, ese color cuatricómico que fue siempre algo más que humor o narrativa y que lo que destilaba era más bien un espejo de nosotros mismos. Ibáñez, con los moños de las viejas barriendo las polillas y las telarañas en un edificio que era igualito al Estado de las Autonomías repicaba el problema de España, tratado con guasa y verdad. Picaresca y botijo.
Ibáñez fue el más nuestro, estajanovista de la línea oscura y el mamporro. Atrás quedaba, sin gracia, la camiseta a rayas de Gabriel Rufián y esa bravuconada que no dijo en polaco, sino en español elemental e inteligible. Más atrás quedaba la foto de Rufián con Otegi, igual con esa misma camiseta a rayas, de marinerito barato, de Makinavaja, que ha de tener hasta entidad jurídica propia.
A Ibáñez, como el propio humorismo, desde Mihura hasta aquí se le ha venido tratando como un género menor. Y para dos días que vamos a estar aquí hay que pasarla bien, y no, no se le puede apartar la mirada a una mujer, como el indigno representante de Sumar en Andalucía. Indigno y docente, lo cual avisa de la purga moral que precisa la Universidad en Andalucía y en el resto de España: sosos e infames en la chuminadas académicas. Les falta un hervor, una risa, y un tebeo políticamente incorrecto.
Están ahí, en la biblioteca materna, los volúmenes de Mortadelo, los cameos de Rompetechos y hasta de Rubalcaba antes de inventarse el 15M. Asomarse a ellos es viajar a un tiempo dichoso. Cuando a los que nos dedicamos a lo impreso, el presente no nos imponía ser tan vitriólicos.
Los genios se nos van cuando más aprieta la calor. Dejándonos huérfanos, exangües, y votando en la medida de nuestras posibilidades. Ni Rufián me alegra ya la tarde. Y mira que lo intenta la criatura.
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