LAPISABIÉN

Abril florecía

Si Ábalos tiene una trama, Puente inaugura dinastía de mala bilis

La piel poética de mi olivo

Maquinillas de música

Abril florecía frente a mi ventana. El felón reía, Puigdemont hilaba. Primavera como el sueño 'machadiano' de un bendito. La primavera que no ríe, que es invierno. Con los cuervos tontos perdidos en Madrid y en Viernes Santo. Es primavera en los calendarios, y ... enero en los quitanieves. Desde el balcón de mi ciudad natal, el mar está revuelto, ese mismo charco de agua donde los narcos se enseñorean con relojes de pitiminí, subacuáticos, y matan a lo único serio que queda en España: la Benemérita.

Dirán los calendarios que es abril, que hubo quien resucitó con dos capotazos dándole a Cristo la ofrenda de otra 'Verónica', pero desde casa de mi madre sólo veo, con incienso metido en lo retronasal, una estación nueva del Vía Crucis patrio. La de cómo 'se nos cepillan' la justicia en las narices. Y todo queda difuso por hijos de los hijos de la ira a los que Óscar Puente acaricia representando, mal, a Pucela. Gañanes hay muchos, pero Valladolid, sé de lo que hablo, es ciudad señorial, aunque en la Vieja Castilla cuezan estas habas que se indigestan.

Si Pepelu Ábalos tiene una trama, Óscar Puente inaugura una dinastía que desmiente, a cada paso suyo, la Transición. Luce su 'Acorazada Puente', venida a este Valle de Lágrimas a soltar mala bilis, andar como John Wayne y dejarnos sin trenes. Él lo vale. Es socialista como pudiera ser marino en el páramo. O bisonte de Atapuerca.

Abril florece entre hielos tardíos y malos presagios; una flor desconocida ha estallado al primer rayo de sol en el patio de mi amigo el que lee mal a Engels, y no llega con la paga a fin de mes, y me lo reprocha a mí, para que se lo traslade a Ayuso, musa inversa de sus rabietas de sesentón sin hijos.

Abril le recuerda al solterón, con sus macetas, el amor que no tuvo y que esconde con el cuello rígido y venoso, sentando cátedra del éter o de la diarrea mental y televisiva en la que vive. Entre solterones y vecinos nos tenemos solidaridad. Pero hasta un punto. El de cuando entra la política. Cuando hay que dar una palmadita, llorar, y ver que casi todo está perdido.

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