En observación

El verdadero problema de convivencia

En una sociedad desarrollada y libre, articulada por el Derecho, los problemas de convivencia suelen ser el resultado de la delincuencia, practicada en distinto grado

Quizá tuviera razón el presidente del Gobierno cuando en un alarde de reduccionismo y simplificación aseguró -al comienzo de una legislatura basada en el apaciguamiento, cromo de la colección de la cesión, edición bilingüe a la venta en los mejores quioscos- que lo que había ... en Cataluña no era otra cosa que un problema de convivencia. La manifestación de este domingo, en defensa de la presencia -puramente marginal- del idioma castellano en las aulas viene a confirmar lo complicada que resulta la convivencia en una comunidad autónoma en la que la ley desaparece en beneficio de la conveniencia de parte y la inseguridad jurídica se instala en las instituciones, hasta superar el contorno de cualquier marco normativo medianamente civilizado. La selva. La manada. La depredación. La huida. Al fondo, la Babel monolingüe.

En una sociedad desarrollada y libre, articulada por el Derecho, los problemas de convivencia suelen ser el resultado de la delincuencia, practicada en distinto grado y en función de los márgenes de tolerancia de los poderes públicos hacia las expresiones de desobediencia e insumisión a la norma. En cambio, en una sociedad desjudicializada como la que trata de imponer el presidente del Gobierno para terminar con cualquier problema de convivencia, el delito alcanza la categoría de normalidad, según los estándares de la arbitrariedad que impone el pueblo elegido por el mismo jefe del Ejecutivo. Al que le pique, que se arrasque.

La exclusión del idioma castellano de la escuela catalana provoca problemas de convivencia, seguramente provocados por los españoles que, según dijo en el Congreso la ministra de Justicia, «viven allí, en Cataluña». La inmigración. El conflicto. La guerra cultural. La marginación. El gueto. Que se vayan, o que aprendan idiomas para convivir en su propio país, desjudicializado y abierto a las nuevas formas de convivencia que negocia y tolera el Ejecutivo con los ya apaciguados. Los que protestan son españoles, poco más. La gente.

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