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Jesús Lillo

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Cambiar el nombre de las cosas es una señal evolutiva relacionada con las limitaciones de quien, sin capacidad real para innovar, hace de la necesidad virtud y reinventa lo existente a partir de un retoque nominal. Por sus marcas comerciales los conoceréis. «Churralia», pone ... en el letrero, y es una churrería de toda la vida, un pequeño establecimiento del barrio madrileño de Gaztambide que en los años setenta hubiera sido Chugar (Churros García), en los ochenta Churro's (genitivo provinciano con ínfulas internacionales), en los noventa Churrotronic (con las últimas tecnologías del mercado) y en este siglo Churralia, expresión de un tiempo no ya líquido, sino vaporoso. Nada permanece. Frente a la denominación de origen está la adaptación al medio, y es ahí donde entra a saco nuestro Ejecutivo de progreso, resignificación y cartelería fina. Podría ser Pedro's, pero es Gobernalia.

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