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EN OBSERVACIÓN

Dana y tuna de la Universidad de Valencia

Cuando cerrar las aulas se convierte en hábito la prevención deviene lotería

¿Qué vas a hacer la semana que viene?

La superioridad de la inferioridad moral

Jesús Lillo

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Coordinado por el Laboratorio de Física Aplicada de la Universidad Johns Hopkins y firmado por un grupo multidisciplinar de rastreadores y científicos, en su mayoría expertos en Big Data, un reciente estudio –'La suspensión de las clases lectivas en España como anticipo de los desastres ... climatológicos'– trata de establecer modelos que a escala global y por extrapolación contribuyan a minimizar las consecuencias de las catástrofes naturales en función de los cierres patronales decretados por las autoridades educativas cuando el cielo empieza a nublarse y los del tiempo dicen que va a llover. Miles de alertas académicas –lanzadas en el ámbito de la enseñanza primaria, el bachillerato y la universidad a lo largo del último cuarto de siglo en España– han sido recogidas en un exhaustivo trabajo de campo cuyas conclusiones apenas dejan margen para la esperanza. En palabras del profesor Jacob W. Alldredge, director de este análisis, «la probabilidad de que las alertas de los centros educativos coincidan con la siniestralidad es muy similar a la de que te toque el Gordo de Navidad». «Es como lo de Doña Manolita» –'Monolita' en el original inglés–, lamenta Alldredge, que tradujo con Google. «Por simple estadística, quienes cierran las aulas de forma sistemática tienen muchas posibilidades de evitar los efectos de una tragedia provocada por la meteorología», remata el profesor de Maryland. En esto se han gastado los linces doce millones de dólares.

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