LA TERCERA
La democracia no comenzó un 20-N
Es de recibo considerar el principio de esa libertad en ese 15 de junio de 1977. Para mí el comienzo de la democracia española se produjo el 15 de diciembre de 1976, cuando el pueblo español habló y refrendó la Ley para la Reforma que habilitaría el camino hacia la Constitución posterior de 1978
La Tercera de ABC
Javier Santamarta del Pozo
El 20 de noviembre de 1975 sólo muere Francisco Franco. Solo. Detentando el poder durante 39 años y falleciendo en su cama tras una agonía de días, quién sabe si para hacer coincidir su óbito con el del héroe a su pesar del Régimen, José Antonio Primo de Rivera ... . Tras su muerte, decenas de miles de ciudadanos irían a presentarle sus respetos, y un armón de artillería escoltado, con una intención mayor de lo que se pudiera suponer al alejarlo de Madrid y El Pardo (que era el sitio esperado), le llevaría al que se pretendía fuera su eterno descanso en el nominado Valle de los Caídos, a las faldas del Guadarrama. Dos días más tarde, las Cortes franquistas, acorde a la Ley de Sucesión de 1947 en la que había quedado España constituida en «Reino» oficialmente, y tras la designación de sucesor en 1969, proclamarían rey de España a Juan Carlos de Borbón y Borbón, tras jurar éste las Leyes Fundamentales del Reino. Un rey absoluto entraba en la escena como Jefe del Estado español. Sorprende, pues, aunque la fecha resulte representativa como hito, el que el actual gobierno socialista se haya empeñado en conmemorar, con un éxito ciertamente descriptible, los «50 años de España en libertad» cuando ciertamente no fue así. Para nada. Si algún gurú de la política quiso resignificar de este modo el, en tiempos, muy popular 20-N, que lustros había dejado de serlo para las nuevas generaciones, no es que se equivocara de parte a parte. Es que, para colmo, ese día quedó marcado por hechos que nada tenían que ver con un pasado tan lejano como medio siglo atrás, sino con la actualidad judicial más candente. Algunos lo han llamado «karma».
El problema a la hora de exorcizar fantasmas es que puedes hacerlos corpóreos. Y lo que era tan pasado en 2025 como lo era para alguien de 1936 la muerte de Alfonso XII, acabas convirtiéndolo en una realidad incómoda (e innecesaria), por mor de un cortoplacismo de miras políticas (en el mejor de los casos), o en intentar buscar la ilegitimidad del Régimen del 78 en general, y de la Monarquía parlamentaria en particular (en el peor, según y para quién, obviamente). En España siempre faltó algo más de pedagogía con relación a lo que supone, es y significa el tipo de monarquía existente, así como de cultura política que entienda y comprenda la singularidad española devenida de una historia rica y compleja. Y trágica. Negarlo sería hacernos trampas al solitario. Aunque me temo que es lo que hemos hecho también con la Transición española.
La Transición no fue perfecta. El peor enemigo de la verdad son los recuerdos. Estos nos engañan queriendo quitar aquello que no queremos recordar porque nos incomoda. Pasa con aquellos que añoran los 80 como un periodo de libertad y de apertura sinigual, pero olvidan de esos años el gran problema con las drogas, el SIDA y la inseguridad callejera y el quinquismo. Igual nos pasa con este periodo político. Tendemos a minusvalorar lo que fueron los llamados «años de plomo», con ETA asesinando semanalmente, una tras otra, entre dos y tres personas. Como igualmente no queremos recordar la tensión en la calle, como el terrible atentado de Atocha a los abogados laboralistas, o aquellos «guerrilleros de Cristo Rey» que pululaban casi impunes dando golpes de nunchakus a «los rojos»; o cuando quisieron agredir a Torcuato Luca de Tena o los gritos de «Tarancón al paredón». Olvidamos que existió también el terror de los Grapo, las huelgas salvajes, los disturbios estudiantiles, que se acabaron cobrando víctimas mortales por la intervención de la Policía Armada (los célebres y temidos «grises»), todo en un ambiente confuso para ver a dónde se iba. O se pretendía llegar.
Tras la proclamación del Rey Don Juan Carlos, la oposición de izquierdas en el exilio, como el PSOE, cree que para nada hay visos de ruptura, y sí de continuismo franquista. Un dirigente histórico que luego será pieza fundamental para lo que se conocerá como «el consenso», Santiago Carrillo, motejó al Rey como «Juan Carlos I, el Breve». Noviembre de 1975 no comienza a contar «la libertad». Y, si me apuran, ni siquiera la Transición, lo que es una reflexión propia que no es la habitual entre politólogos e historiadores. Sin embargo, ¿cómo podremos entender los hechos que van a comenzar a suceder sin los años previos, los primeros de los 70, a la muerte de Franco? La postura entre los más férreos defensores del continuismo, a los que se les conocerá como «el búnker», empiezan a afianzar posiciones ante la evidente fragilidad del regente de un reino sin rey, como si de un Serrano fuera, habiéndose convertido en cierto modo en el último espadón del XIX en un siglo que no era el suyo.
¿Cómo dejar de lado el atentado y asesinato de Luis Carrero Blanco, pilar del Régimen, en 1973? ¿Cómo no entender lo que fue el gobierno de Carlos Arias Navarro y su proyecto aperturista con el «espíritu del 12 de febrero» de 1974? ¿Cómo el cambio que se produce con el nombramiento de Adolfo Suárez, y las figuras adláteres de Carmen Díaz de Rivera o de «los siete magníficos», con Manuel Fraga a la cabeza? O la de Felipe González alejándose del marxismo y refundando el PSOE. Y, sobre todo, la figura que lo hará todo cuadrar: la de Torcuato Fernández-Miranda, que pergeñará la VIII Ley Fundamental, la última del franquismo ya sin Franco, que será conocida como Ley para la Reforma Política, y que legitimará a quien había jurado en su proclamación dichas leyes para, de este modo, ser proclamado rey. Se había evitado así que fuera considerado perjuro.
Y con esta argucia de don Torcuato se hacía real el desiderátum, no de una ruptura, sino de lo que, yendo «de la Ley a la Ley», acabará en un proceso constituyente. Las Cortes franquistas, no se harán el «haraquiri», como tantas veces se repite incorrectamente, ya que no se «suicidan», y menos como consecuencia de una pérdida del honor, que es lo que conlleva el sepuku, sino que de manera consciente van a dar paso hacia lo que vendrá: la convocatoria de elecciones libres. Por tanto creo que es de recibo considerar el principio de esa libertad en ese 15 de junio de 1977, fecha de estas y, sin duda para mí, el comienzo de la democracia española el 15 de diciembre de 1976, cuando el pueblo español habló y refrendó la citada Ley para la Reforma que habilitaría el camino hacia la Constitución posterior de 1978, y donde quedaba claro que quería emprender un camino de tolerancia, reconciliación y paz.
Es politólogo y profesor de UNIE Universidad
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