el contrapunto
Júbilo en la Guardia Civil
Gámez nunca sirvió al Cuerpo, sino al partido que la colocó y le pidió a cambio ciertos servicios incómodos
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Iniciar sesiónLa dimisión de María Gámez, forzada por la imputación de su marido en el enésimo caso de corrupción vinculado a los Eres andaluces del PSOE, ha producido júbilo en el Cuerpo. Júbilo, sí, además de una grata sensación de justicia postrera, porque Gámez quedará en la memoria de la Benemérita ... como la directora que jamás dio la cara por la Institución ni la defendió cuando algún escándalo individual extendió su mancha sobre el conjunto. Una directora tan incapaz de ejercer con dignidad su función, que hace unos días la Asociación Pro Guardia Civil, APROG, le dirigió una carta en la que la encarecían a alzar la voz ante el vilipendio sufrido por el Cuerpo «sin más argumentos que la desgraciada coyuntura temporal en la que unos casos, abiertamente públicos y ya judicializados de corrupción, están sacudiendo a determinados miembros de partidos políticos…». O sea, a tener la valentía de plantarse ante el intento descarado del Gobierno de utilizar a la Guardia Civil como parapeto defensivo tras el estallido del escándalo Mediador que implica de lleno al 'Tito Berni' y otros diputados socialistas. Después de subrayar que «siempre ha sido la Guardia Civil la más interesada en sacar a las frutas dañadas del cesto», los redactores del escrito añadían: «Directora… ¡es el momento de dar la cara por la Institución a la que sirve desde lo más alto de la cúspide organizativa!»
Gámez no hizo tal cosa. Gámez nunca sirvió a la Guardia Civil, sino al partido que la colocó al frente de dicho Cuerpo, del mismo modo que años antes la había situado en puestos importantes de la administración socialista andaluza, coincidiendo con el momento en que su esposo fue adjudicatario de ayudas presuntamente fraudulentas sospechosamente coincidentes en cantidad con el importe del ático que ella adquirió en esa misma época: un millón de euros.
Gámez nunca fue leal a los 80.000 agentes peor pagados de España, que se juegan la vida para garantizar nuestra seguridad, sino al ministro que premió su obediencia calificándola nada menos que como «la mejor directora de la historia» y a la formación política en cuyo seno medró hasta alcanzar tal honor, no sin devolver el favor con ciertos servicios «incómodos». Por ejemplo, cesar arbitrariamente al coronel Pérez de los Cobos por negarse a desvelar el contenido de una investigación declarada secreta por la juez, que afectaba al delegado del Gobierno en Madrid y su gestión del Covid. Por ejemplo, fulminar de igual modo al coronel jefe de la UCO, Manuel Sánchez Corbí, por «pérdida de confianza»; es decir, por su integridad. Por ejemplo, destituir al coronel Jesús Vicente Torresano, jefe de la comandancia de Melilla, por demandar un protocolo de actuación ante los saltos a la valla que evitase a sus agentes sufrir represalias por hacer su trabajo. Ese el el legado de Gámez. La antítesis del honor que consagra el Cuerpo en su divisa.
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