el contrapunto

Habla el führer catalán

Sánchez tomará hoy buena nota del precio fijado por el caudillo de Junts y preparará el talonario

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Si el socialismo español fuese digno de ese nombre, las monsergas lanzadas por un prófugo de la justicia desde su madriguera de Waterloo nos traerían a todos al pairo. Carles Puigdemont no deja de ser un supremacista de apariencia cómica y voz desagradable, muy ... semejante a Adolf Hitler, que a diferencia de éste ni siquiera tuvo el coraje de asumir las consecuencias de sus actos y escapó en el maletero de un coche después de leer una declaración de independencia grotesca que la fuerza de la democracia tardó minutos en neutralizar. Si al frente del PSOE hubiera hoy un hombre de principios, si no fuéramos rehenes de un líder carente de escrúpulos, la fugaz carrera política de ese personaje tragicómico habría terminado ahí. Pero como Pedro Sánchez es lo que es y está dispuesto a lo que sea, hoy escucharemos la anunciada proclama del huido sabiendo que nuestro futuro depende de su voluntad. Parafraseando a Churchill, nunca tantos perdimos tanto por las acciones de tan pocos.

El führer alemán promovió un golpe de estado en 1923, fue condenado a cinco años de cárcel y cumplió poco más de uno, tras beneficiarse de un indulto apaciguador que acabó como acaban siempre esas iniciativas presuntamente bienintencionadas, con la Segunda Guerra Mundial y unos cincuenta millones de muertos. Aprovechó su estancia en prisión para vomitar su 'pensamiento' en una obra de culto para todo racista que se precie, titulada 'Mein Kampf' ('Mi lucha'), donde plasmaba su aversión a los judíos y su convicción de pertenecer a una estirpe aria superior a las demás, con derecho a imponerles su yugo. El führer catalán es más modesto. Dado que la pluma no es lo suyo, él escupe sus ocurrencias vía 'tuit' y deja a títeres como Joaquín Torra, su vicario al frente de la Generalitat tras su fuga, la tarea de firmar perlas como que «los catalanes son superiores a los españoles en el aspecto racial» (sic) u otras que resumen bien su odio visceral a nuestra nación:

«España ha sido esencialmente un exportador de miseria, material y espiritualmente. Todo que los españoles han tocado se ha convertido en una fuente de discriminación racial, desigualdad social y en desarrollo. La patria siempre terminaba devorando a sus propios hijos y los dejaba con la peor herencia: una identidad deformada, una memoria erradicada y un trastorno mental».

Al igual que Hitler, Puigdemont cree pertenecer a un pueblo elegido, merecedor de privilegios sin cuento, que el Hacedor ha puesto bajo su tutela con el fin de garantizar el cumplimiento de ese destino. Nada muy preocupante si el presidente del Gobierno en funciones tuviera honor y hubiese cumplido su promesa de traer de vuelta al sedicioso para sentarlo en el banquillo o en el diván del psiquiatra. Siendo Sánchez lo que es, tomará buena nota del precio fijado por el caudillo de Junts y preparará el talonario.

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