el contrapunto
Gangrena
Mientras coloca una tirita de colores a un PSOE podrido, Sánchez está matando los tejidos corporales de España
El mayor ladrón de nuestra historia
Sánchez y Pumpido rematan a Montesquieu
Tomo prestado el título de esta columna a la nomenclatura médica porque define a la perfección el mal que aqueja a España: una infección grave, seguida de putrefacción, que empieza por las extremidades y acaba matando los tejidos hasta provocar la muerte del paciente. ... La metáfora perfecta de lo que nos está pasando.
La gangrena comienza con una herida que en nuestro caso se produjo el 11 de marzo de 2004, fecha del peor atentado terrorista de nuestra historia, sin que a día de hoy conozcamos quién ordenó la masacre. Lo único seguro es que ese golpe brutal cambió el curso previsto de los acontecimientos y dio paso al gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, autor de proclamas tan 'revolucionarias' como que «la nación es un concepto discutido y discutible» o «aceptaré todo lo que venga del parlamento catalán», al margen de que encaje o no en el marco constitucional. Zapatero el de la claudicación ante ETA tras una negociación política consistente en blanquear su historial delictivo y dejar la puerta abierta a una posible independencia coherente con ese cuestionamiento de la patria común e indivisible plasmada en la Carta Magna. En esa periferia territorial y moral arrancó la severa infección que ahora ataca al conjunto del país y lo corrompe hasta los tuétanos.
La bacteria transmisora de nuestra enfermedad política se llama mentira. La gangrena ha avanzado a lomos de ese agente patógeno, letal para una democracia que, Pedro Sánchez, digno sucesor de Zapatero, ha utilizado con desvergüenza creciente hasta el punto de normalizarlo. A base de embustes cada vez más gruesos, cada vez más enfrentados a la palabra dada y los hechos contrastables, escaló hasta el poder y se mantiene en él a costa de propagar el morbo que amenaza con destruirnos. En aras de sobrevivir se rodea de pretorianos incondicionales a su persona que, en el mejor de los casos, resultan ser unos inútiles a la hora de gestionar y, en el peor, nos roban a manos llenas el dinero, la soberanía o ambas cosas a la vez. España se descompone, se deshilacha, se arruina. El caos ferroviario, la degradación de Barajas, los apagones o el empobrecimiento paulatino de los ciudadanos, agobiados a impuestos y con una capacidad adquisitiva que no deja de menguar, son síntomas inequívocos que preludian el colapso definitivo. Sánchez está matando los tejidos corporales de nuestra nación. Ha destruido la credibilidad de los políticos, aplastado a la clase media, aniquilado a los autónomos, reducido la calidad de los servicios públicos a una pálida sombra de lo que fueron, abocado a los jóvenes a subsistir sin vivienda propia y con sueldos de miseria, dependiendo del Estado okupado por el Gobierno. Mientras coloca una tirita de colores a un PSOE podrido, elevando a una mujer a la secretaría de Organización, renueva la ofensiva contra jueces y fiscales, últimos guardianes de las libertades amenazadas. El sanchismo es una gangrena mortal de necesidad.
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