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EL CONTRAPUNTO

La dimisión sí era un bulo, y no lo de Begoña

Sánchez queda como un político irresponsable que jugó con el Gobierno de España para tratar de tapar sus vergüenzas familiares

Yo, Pedro enamorado

Ganan ETA y Sánchez, pierde España

Isabel San Sebastián

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Y la montaña parió un ratón. La rabieta del caudillo ha sido acallada por la loa de sus acólitos, empezando por los que tiene a sueldo en RTVE, hasta satisfacer el ego de este Narciso insaciable en su necesidad de incienso. Cualquier voz crítica ... interna ha cesado de golpe. Se han apretado las filas para el combate de las catalanas y las europeas. El terreno ha sido preparado para endurecer la cacería contra periodistas, jueces, representantes de la oposición o cualquiera que se atreva a cuestionar las actuaciones de Sánchez o de Begoña, socios en la aventura de medrar conjuntamente desde la Moncloa. Su enésimo truco de prestidigitador ha terminado como casi todos previmos, con el trilero escenificando otro numerito lacrimógeno de victimismo impostado para después anunciarnos que ha decidido quedarse en aras de encabezar el combate del bien progresista contra el mal fachosférico. La farsa se ha consumado sin deparar la menor sorpresa. Pero el esperpento protagonizado con este amago de espantada, tan falsario y calculado como impropio de un gobernante democrático, deja cicatrices imposibles de borrar, especialmente en el ámbito internacional. De este ridículo no se regresa, señor Sánchez. Su nombre estará asociado ya siempre al de un político carente de sentido de la responsabilidad, que jugó sin pudor alguno con el Gobierno de España para tratar de tapar sus vergüenzas familiares y afianzar una poltrona amenazada por los escándalos.

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