visto y no visto
Torremolinos
Políticamente, España no ha salido de Torremolinos, cuya vida internacional se reducía a «rubias en short y viejos vestidos de niños»
Cree el liberalio de Estado que, con cambiar a Yoli por Cuca, lo de España estaría arreglado, y, pensando en lo suyo, que es la escudilla para la sopa boba, no le falta razón.
Leviatán fue la primera imagen de superpoder (concepto de Sheldon ... S. Wolin), cuyo ciudadano privado (¡ese oxímoron descubierto por Hobbes!) considera que la política «es una distracción que debe evitarse». Razonamiento hobbesiano: si el Estado protege a los individuos en sus intereses, tales individuos no tardarán en reconocer que la participación política es superflua, innecesaria, una elección irracional. Para Hobbes, el poder absoluto depende no sólo del miedo, sino también de la pasividad. Por una parte, el poder ilimitado; por otra, una ciudadanía apolítica a quien se ha tranquilizado sobre su seguridad y puede dedicarse a sus intereses privados. Una vez adoptado el pacto original, la obligación de obedecer su autoridad es perpetua. Pasividad y miedo.
—Una mezcla saludable de optimismo y el factor miedo –describió un asesor de Bush la campaña presidencial de 2004.
Contra el surgimiento de un soberano hobbesiano, los americanos cuentan con las garantías constitucionales, un sistema bipartidista (¡en América sí!), una oposición institucionalizada, las elecciones democráticas y una prensa libre. Y en España ¿qué?
Políticamente, España no ha salido de Torremolinos, cuya vida internacional se reducía a «rubias en short y viejos vestidos de niños», en imagen de Ruano, que viajó a Málaga («más de espíritu rubio que moro») tras las huellas de su abuelo don Miguel Ruano de los Gallardos Serrano y López-Domínguez, natural de aquella ciudad, tan ajena a Positano, donde él se hubiera perdido para vivir (renunciando, incluso, a su corresponsalía de ABC en Roma), de no haberse visto sorprendido por el cataclismo general de la guerra, lo único con lo que nadie había contado, porque entonces no había bocachanclas como Rutte («Animus in consulendo liber»), que juega a la guerra nuclear con majaderías que no consolarán a los muertos: «Somos –ha dicho– más poderosos que el Imperio Romano y que el Imperio Napoleónico; somos los más poderosos de la historia mundial». Los liberalios madrileños han festejado este populismo (estado mental que lleva a las clases acomodadas a actuar en beneficio de las «necesidades del pueblo») con otra de 'cerves' en la terracita de Ayuso, Torremolinos del pobre, petada de rubias en leotardos y de viejos en pernetas que hablan de echar a Sánchez para reformar la Constitución y establecer una democracia como la de la Academia, a donde se entra por votación y se sale por empellón, como Pemán, a quien los falangistas sacaron de la dirección por su tibieza hacia José Antonio. Constitucionalistas tenemos en los medios que hablan de 'reforma' y de 'enmienda' como sinónimos, cuando su calidad jurídica es radicalmente distinta, pero eso ellos no lo saben, pues lo importante, dicen, es el «váyase, señor Sánchez».
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