VISTO Y NO VISTO
Papado 'woke'
La España que evangelizó al mundo es hoy Bolaños y Zapatero penetrando la idea política del catolicismo
La hucha de clases
Nuestro estado de espíritu general no difiere del de antes de 1789, pero sin Papa y con La Sexta, esa madrasa del 78 repitiendo «la lucha progresista de Francisco: anticapitalista, feminista y 'ecofriendly'», o sea, un papado 'woke'.
–Una explicación del mundo materialista, una ... doctrina irreligiosa sobre la naturaleza humana y el odio al cristianismo (y no sólo a la Iglesia católica) combinado con una crítica y un desprecio crecientes del sistema político en Francia –describe Jacob Burckhardt las vísperas del 89; ideas que se cruzan con la doctrina de la bondad de la naturaleza humana en su supuesto estado natural: «Hay una disposición general y contagiosa; para responder a la necesidad de emoción que se ha despertado se recurre, sobre todo, a la compasión y a la sensibilidad virtuosa; se forma el hábito de escudriñar la psiquis de nuestro prójimo…; esta necesidad de emoción es explotada en Europa por las sociedades secretas; en Francia lo hacen los taumaturgos y los charlatanes; es el reino universal del sentimiento…». Ratzinger, papa de los de antes, veía en el Pontífice («Pontícipe», dice Ayuso) al «garante de la obediencia» (garante «de que la Iglesia no haga lo que quiera»), y se acordaba de Voltaire (que veía llegado el momento de que al fin desapareciera «ese Dalai Lama europeo») para recordarnos que el papado es «la única monarquía que se mantiene desde hace más de dos mil años, algo en sí inconcebible». Bergoglio fue Papa de los de ahora, «peace markers» (Schmitt), con seguro de vejez y derecho a una larga vida en la Tierra, «es decir, con derecho a morir de viejos».
–Hablar como la retaguardia, pensar como la vanguardia: tal es el secreto de función psicológico-estratégica de los jesuitas –anota Sloterdijk.
Bergoglio era jesuita, pero en el contraste con Ratzinger dejó ver una apabullante (y nada áurea) mediocridad intelectual («Mi abuela decía que el diablo entra por el bolsillo: el dinero corrompe») y moral («No nos cansemos de hacer el bien»). Los progres se reconocieron en la mediocridad, que llamaron «amor a los pobres», por quienes lloró, dicen, aunque uno sólo lo recuerda haciendo pucheros con Trump, a diferencia de su casta «laetitia» en compañía de Soros. No pisó España ni por el centenario de Teresa de Ávila, aunque en las visitas a Roma de Bolaños para negociar la «resignificación» (?) de la Cruz de Cuelgamuros se entendían como Cafrune y Marito cantando «Virgen india» («Son todos en el Valle devotos de tus ruegos», etcétera). Su amigo Zapatero resalta la sintonía con el islam, que Burckhardt relacionaría con la mediocridad. La España que evangelizó al mundo es hoy Bolaños y Zapatero penetrando la idea política del catolicismo y su fuerza para revestir las tres grandes formas schmittianas: la forma estética de lo artístico, la forma jurídica del Derecho y el brillo esplendoroso de una forma de poder asentada en la Historia universal.
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