visto y no visto
Su nombre es 'Katechon'
En cada siglo hay un portador concreto de esta fuerza «que aguanta» («katechon»), y sólo hay que encontrarlo
El periodismo fractal
El español de Trent
Su única grandeza está en haber aceptado una misión única: resistir. «El que resiste, gana», repetía Cela, y le dieron un Nobel. En pura teoría teo-schmittiana, Sánchez es el 'Katechon'. Don Pedro Sánchez Pérez-Katechon. 'Der Aufhaslter!', El Retenedor, que retiene el caos que empuja desde abajo ... , la cama redonda del Régimen. El que frena al Anticristo («la Ultraderecha»).
—Y ahora sabéis lo que ahora lo retiene (el 'katechon'), para que se manifieste a su debido tiempo. Porque el misterio de la iniquidad ya está en acción, pero sólo hasta que quien ahora lo retiene (el 'katechon') sea quitado.
Por la interpretación teo-schmittiana de la carta paulina a los tesalonicenses, nuestros liberalios, la creencia de que un freno frena el fin del Régimen proporciona el único puente entre una parálisis escatológica de todo esfuerzo humano y un poder histórico tan grande como el de la socialdemocracia de imposición germánica. «Hola, niño. ¿Cómo te llamas?», preguntó Gonzalón en campaña electoral. «Héctor», dijo el niño. «¡Héctor! ¡Nombre bíblico!», exclamó Gonzalón, el hombre de Estado con más nacionalidades que la Constitución del 78. También nuestro 'Katechón' hace sus pinitos en escatología:
«Son las cinco y no he comido; creo que también es importante». La escatología setentayochista de Sánchez no es la funambulia grecizante de Bolaños, un tipo que no sabría volver a su casa sin preguntar, pero al que han encargado sancionar como orden cualquier estado de cosas, que en eso consiste el Derecho en España, bien ajeno ya a aquella nación de «vivaz espíritu jurídico» (¡la influencia romana!) que viera don Claudio Sánchez-Albornoz. La escatología sanchista es de Régimen, como la de Posada Herrera, que en plena Restauración terminó así un discurso: «No sé por dónde ando al hablar; tengo cierta necesidad que tenemos todos los mortales que de generación en generación hemos acostumbrado a comer; no puedo entrar ya en más detalles, y, por consiguiente, me siento».
La ley de la vida, según Darwin, es comer o ser comido. Nuestro Sánchez, el entrañable 'Antonio' de Mario Draghi, llegó para acabar con la corrupción («¿Cómo? ¡Preveyéndola!» –ningún ministro de su gobierno sabe conjugar el verbo 'prever'), y devorado por ella, parece resuelto a resistir. ¿Por qué? Steiner recuerda lo que el futurista polaco Aleksander Wat escribió en su 'My Century', y es que de repente pensó que podría soportar la prisión de Stalin en la Lubianka de Moscú cuando, una mañana de principios de la primavera, oyó en la distancia un fragmento de la 'Pasión según san Mateo' de Bach, porque si algo da sentido a la vida es la belleza del arte. ¿Le negaremos al 'Katechon' su momento stendhaliano con 'Amahl y los Visitantes Nocturnos', la ópera navideña arreglada por su hermano para la Diputación de Badajoz? Schmitt: «En cada siglo hay un portador concreto de esta fuerza 'que aguanta' ('katechon'), y sólo hay que encontrarlo».
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