visto y no visto
Ateo a secas
La culminación de los sufrimientos del Redentor fue «simplemente la comparecencia ante un juez»
El 'grand revolvedor'
La cultura arancelaria
En las 'Meditaciones de un solitario' sugiere Léon Bloy que la culminación de los sufrimientos del Redentor después de la Agonía del Huerto no fueron los Escupitajos, las Burlas, la Flagelación, ni la Coronación de Espinas o la Carga de la Cruz, ni siquiera ... la Crucifixión, sino «simplemente la comparecencia ante un juez».
—Simplement la comparution devant le juge.
Humanamente, ayuda a entender ese sentimiento divino si, con una inteligencia media, contempla uno una interviú a Sánchez, jefe, por lo que sea, del gobierno español. He visto un corte de la que le hizo un tal Mejide, que le pregunta si es católico.
—Naaah… –contesta Sánchez–. Yo soy ateo. Ateo a secas. Jojojo… (Risa como de ogro haciendo la digestión, entre Perico Fernández y Richard Kiel, el 'Mandíbulas' de las películas de James Bond.)
Sánchez, pues, es el canario en la mina de carbón de la España de Cobo y Argüello. Venimos de Gonzalón, que en el besamocos de una campaña electoral preguntó a un niño cómo se llamaba. «Héctor», dijeron sus papás. Y Gonzalón: «¡Héctor! ¡Nombre bíblico!». Sánchez, más partisano, quiere sacar la religión de las aulas (que rima con saunas), porque es un asunto privado (esto no parece decirlo por sus lecturas de Stirner), y tan privado que lo que pide es sustituir a la religión por el Estado, todo en el Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado. Una España de Machotas, o ateos a secas, siendo Machota aquel jurista, maestro de Bolaños, que en el 'tamayazo' madrileño preguntó: «¿El señor Tamayo era Bellido Dolfos, siguiendo el mandato de doña Urraca para asesinar a su hermano el rey Alfonso en los muros de Zamora?». «¡Sancho, Sancho! Hay que estudiar un poco», le corrigieron. Y hecho un león de la sabana de la ignorancia contestó: «¡Me es igual! ¡Pues Sancho! Es que yo no fui a clases de Religión».
Por mucho menos que esto, Marie-Jean Hérault de Séchelles, pobre, juez, masón y trepa (confidente de la reina), redactor con Saint Just (¡Abril y Guerra!) de la Constitución del 93, incurrió, nos dice la Historia, en las sospechas de Robespierre, que era deísta y detestaba a los ateos, que lo guillotinó, acusado de traición, junto con Danton, Desmoulins, Philippeaux… «Símbolo de paz y amor», definió Tierno el crucifijo ante el que prometió lealtad al Rey y respeto a la Constitución al ser elegido alcalde de Madrid en abril del 79.
No sabemos cómo se puede llegar a ser pacifista amante de los pobres y «ateo a secas, jojojo», rodeado de españoles de Ozores y con una cuñada japonesa (dicen que jurista de la escuela de jurisprudencia de Bolaños) probablemente educada en los valores del sintoísmo, «camino de los dioses». El mundo civil, según Vico, comenzó en todos los pueblos con las religiones: primero nacieron los matrimonios, luego las sepulturas y por último las propiedades. Religiones que surgieron de los «padres héroes», y con ellos, el culto y la cultura.
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