Una raya en el agua
La última España castiza
La imagen de la cupletista enlutada y desvanecida fue un retrato de época, una estampa de inequívoca resonancia antigua
Claro que importan
Blanco y en botella
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Iniciar sesiónEL valle de Los Pedroches no era a mediados de los ochenta un lugar conveniente para ponerse enfermo, y menos para recibir una cornada de tres trayectorias de un toro bravo. Paquirri podría haber sobrevivido de estar aquel día terminado el hospital que se ... inauguró apenas diez meses después en Pozoblanco. Ni siquiera llegó vivo a Córdoba tras un viaje de locos por las curvas de Sierra Morena, con la ambulancia derrapando cuesta abajo. Entonces los teletipos tenían una campanilla que sonaba al producirse una noticia de impacto; este articulista recuerda a su redactor jefe en 'Diario 16' –Antonio Mozo Vargas, fallecido poco después en un accidente de tráfico– dando voces de alarma con la hoja de papel recién cortada en la mano. El suceso batió durante varios días un récord nacional de venta de prensa que se mantuvo vigente bastantes años. Un reclamo de interés informativo que ni siquiera el reciente golpe de Tejero había despertado.
Fue el último episodio de la España castiza. El país aún no había ingresado en la Unión Europea, estaban a medio arrancar el Estado de las autonomías y la modernización felipista, la tasa de analfabetismo era de un doce por ciento en Andalucía y la mayoría de las regiones tenían un importante déficit de oferta educativa. La repentina viudez de la Pantoja produjo una inmensa conmoción popular, una sacudida emocional propia del período novecentista, de cuando la lidia era el primer espectáculo de masas y la muerte de Joselito o el matrimonio del Gallo y Pastora Imperio agitaban las pasiones colectivas. La imagen de la cupletera enlutada y desvanecida se convirtió en un retrato de época, una estampa de inequívoca resonancia antigua. La muchedumbre agolpada durante el funeral rompió varias tumbas en el cementerio de Sevilla. Y Salmoral, el único camarógrafo que grabó la cogida, sólo pidió a cambio de la exclusiva mundial que TVE lo hiciera fijo en su plantilla.
Hoy todo eso tiene el aroma de una memoria en sepia. En el cuadragésimo aniversario de la tragedia, Pantoja era vapuleada en 'prime time' por el fantasma de Julián Muñoz, venganza póstuma a cuenta de las corruptelas de una Marbella picaresca en cuya esperpéntica nomenclatura fungió de alcaldesa consorte hace dos décadas. Sólo los aficionados taurinos conservan el nombre de Paquirri asociado a una leyenda de la fiesta truncada de golpe en una tarde siniestra. Todo suena a remoto, a arqueología sociocultural de montera y peineta, a episodio de 'Cuéntame', a colorín marchito, a lorquianos chorros de sangre sobre la arena. Pero fuimos así, y no hace demasiado tiempo, y los fuegos fatuos de 'Marinero de luces' todavía conmueven al público de la cantante en los conciertos de las ferias. Quizá no esté tan lejos aquella noche del 84 en que los sueños de modernidad volvieron sobre sus propias, auténticas huellas en un pueblo de la serranía cordobesa.
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