UNA RAYA EN EL AGUA

Recursos humanos

De mano derecha en mano derecha y de jefe de gabinete en jefe de gabinete hay un hilo que lleva al despacho del presidente

Test de estrés

El Constitucional y el principio de honestidad

Por el caso de las filtraciones del fiscal general del Estado nos enteramos los españoles de que el jefe del Gabinete del presidente del Gobierno tenía a su vez una jefa de gabinete, que no se sabe si tenía su propia jefa o jefe ... de gabinete pero sí uno o varios directores adjuntos, jefes de unidad, secretarios generales, directores y secretarios de departamento, y así hasta una lista de asesores, consultores y subalternos en número imposible de precisar pero en ningún caso inferior a setecientos. Uno de ellos fue en algún momento Francisco 'Paco' Salazar, el hombre que según sus subordinadas se paseaba por los despachos de la Presidencia con la bragueta a medio cerrar tras visitar el aseo. Salazar fungía al frente de una suerte de célula de Coordinación Institucional o algo así, un cargo de gran cercanía al líder por la función de presentarle informes estratégicos convenientemente desbrozados para facilitar su entendimiento.

Además, este moderno 'braghettone' ejercía una influyente tarea al lado de Santos Cerdán, que lo situó como colaborador favorito en la estructura del partido, donde gozaba reputación de conocer a fondo todos sus entresijos. La 'mano derecha' del antiguo secretario de organización, dicen los titulares periodísticos. Pues bien, ahora hemos sabido que la mano derecha tenía otra mano derecha en la Moncloa, ese Antonio Hernández al que el patrón ha mandado cesar para aplacar las iras del feminismo. Se desconoce si Hernández también disponía de otra mano derecha en ese escalafón de gente sin cometido preciso que rodea al líder y por lo visto le presta imprescindibles servicios. Pero si se sigue el hilo de manos derechas en dirección ascendente –Hernández, Salazar, Cerdán– es fácil llegar al corazón y la cabeza del organismo. O sea, ponerle nombre y apellidos a quien ocupa el centro de ese círculo de pretorianos repartidos en un confuso magma de puestos administrativos.

Entre manos derechas y manos izquierdas puede componerse un puzle anatómico del sanchismo como los que aún se ven en las consultas de algunos centros sanitarios. Ábalos y Koldo, Cerdán y Salazar, López y Hernando, o más recientemente Rubio y Bolaños. Coroneles de un ejército político cuya maquinaria burocrática consume al año entre setenta y setenta y cinco millones en salarios. Nunca ningún presidente ha dispuesto nunca de un entramado funcionarial tan extenso ni de un presupuesto tan alto. Cualquier ciudadano puede preguntarse, a la vista de los resultados, para qué sirve y a qué se dedica ese amplísimo aparato cuyas secciones –Planificación Política, Discurso y Mensaje, Coordinación Institucional, Análisis y Estudios– sugieren más atención a la estrategia electoral que a los asuntos de la alta gestión del Estado. Lo que está claro, a tenor de los recientes escándalos, es que su primer responsable es un fracaso como director de recursos humanos.

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