UNA RAYA EN EL AGUA
Aquella mañana en Berlín
La perseverancia de Carrascal es un ejemplo de compromiso profesional indeclinable. El periodismo como reto constante
Muere José María Carrascal a los 92 años, una leyenda del periodismo
Si un periodista pudiese elegir un momento histórico para empezar su carrera, el levantamiento y la caída del muro de Berlín estarían sin duda entre ellos. José María Carrascal vivió los dos y el primero lo presenció en directo. Era traductor comercial en la ... capital alemana y una mañana se encontró a los soldados del Este extendiendo alambradas. Aquella crónica decidió su suerte y cambió su destino. Había sido marino para conocer mundo y se dio cuenta de que había equivocado el oficio, de que su vocación cosmopolita sólo la podía satisfacer el periodismo. Siempre supo, y así lo reconocía en sus relatos retrospectivos, que había asistido `in situ´ al acontecimiento-bisagra que iba a cambiar la historia del pasado siglo.
Allí nació un corresponsal legendario. Desde Nueva York, con oficina en la ONU y un piso que era parada y fonda de cualquier colega que fuese a visitarlo, relató para ABC la eclosión del movimiento hippie, la irrupción del feminismo, la marcha pacifista sobre Washington, el final de la guerra de Vietnam, el asesinato de Martin Luther King y de Bob Kennedy, el alunizaje de Armstrong. Contó el escándalo Watergate para que la España de Franco supiese cómo se podía destituir a un presidente democrático. Su convicción liberal se fortaleció con la estancia en América, donde descubrió un paraíso de la cultura, de la tolerancia social y de la libertad de prensa, y entre noticia y noticia encontró tiempo para ganar el premio Nadal de novela.
En los noventa se convirtió en un icono televisivo. Las corbatas psicodélicas, lisérgicas, que lo hicieron popular ya las usaba en Estados Unidos. También se trajo de allí el estilo de presentar que había visto, el del informativo de autor, al que añadió el sello de sus editoriales críticos contra la corrupción del felipismo. La tele le dio fama incluso entre generaciones 'millennials' pero su querencia esencial era la del periodismo escrito, cultivado como columnista en esta Casa literalmente hasta el último suspiro. Quería morir así, casi con las manos en el teclado, como Campmany, como Umbral, como Alcántara, como un yonki del trabajo, del ritmo diario de una actividad sin desmayo.
Esa perseverancia ciclópea es un ejemplo de compromiso profesional indeclinable. Carrascal era incapaz de verse a sí mismo apartado de la tensión de una tarea imperiosa, de una obligación constante, de un cotidiano desafío intelectual que estimulase sus circuitos neuronales. El legado de su magisterio no consiste sólo en la fecunda experiencia de haber narrado tantas situaciones cruciales, sino en el entendimiento del ejercicio periodístico como un reto de autoexigencia y de superación, un envite continuo afrontado palabra a palabra, crónica a crónica, artículo a artículo. Aquel día berlinés en que la suerte lo puso en el sitio adecuado en el instante preciso supo exactamente para qué había nacido.