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una raya en el agua

La infiltrada

No hay que hacer caso de las evidencias. La eurodiputada griega de las mordidas era socialista, sí, pero «de derechas»

Ignacio Camacho

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Si Eva Kaili fuera española, el Gobierno encontraría el modo de despenalizar el soborno con alguna reforma legal a la carta y las bolsas de billetes que le han requisado se convertirían, como dice Herrera, en incentivos a la cooperación diplomática. Llegado el caso de ... que algún tribunal quisquilloso o sesgado la condenara quedaría el recurso de indultarla, por supuesto después de haber proclamado en voz alta y clara que jamás se le concedería una medida de gracia. La doctrina jurídica del sanchismo, siempre a la vanguardia, defiende la distinción entre una corrupción buena, la propia, y otra mala, la adversaria. Y resulta que la recién detenida vicepresidenta de la Eurocámara, capaz de ensalzar los derechos laborales en Qatar a cambio de presuntas mordidas, fue elegida parlamentaria en la candidatura del Pasok, que es como en Grecia se llama el Partido Socialista. Lo suyo sería un error, un momento de ofuscación, un mal día, porque es sabido que la izquierda jamás se corrompe por mucho que digan algunos jueces fascistas, como esos que se han atrevido a condenar a Cristina Kirchner en Argentina provocando la indignada solidaridad de Podemos y la afectuosa visita de Yolanda Díaz.

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