una raya en el agua
Hermano Lobo
El buen periodismo de guerra nunca es indiferente ante la tragedia pero sabe distinguir entre neutralidad e independencia
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Iniciar sesiónEn la cofradía del periodismo, el hermano Ramón Lobo salía en el primer tramo de penitentes, justo detrás de la cruz de guía, allá donde desfilan los reporteros que se juegan la vida arrastrándola por campos de batalla en busca de una noticia. Las ... grandes reflexiones las dejaba, como aquel antihéroe de 'El americano impasible', para opinadores y editorialistas. Lo suyo eran las historias centradas en personas comunes, casi siempre víctimas, a través de las cuales narraba las catástrofes de la guerra desde una perspectiva oblicua. Por supuesto tenía una visión política del mundo, bien arraigada en el pensamiento de izquierdas, pero en sus crónicas siempre encontró la manera de eludir la tentación de retorcer la realidad para encajarla en sus propias ideas. Tenía ese don de los buenos periodistas que permite distinguir entre neutralidad e independencia: no se puede permanecer indiferente ante la tragedia pero hay que contarla a salvo de interferencias ajenas.
Hace una década lo despidieron de su trabajo con menos de sesenta años en una de esas cribas generacionales impuestas por la necesidad de recortar gastos –perfiles más jóvenes y más baratos– y por unas cuentas de resultados donde apenas cabe ya un ejercicio profesional, el de la corresponsalía bélica y viajera, demasiado caro. Luego lo repescaron y se jubiló pronto antes de que volvieran a echarlo, para refugiarse en los libros, las redes sociales, las conferencias y otros modos individuales de transmitir su experiencia en forma de relato. Se sabía miembro de una estirpe en transformación, que no en extinción, bajo unas circunstancias entre las que apenas queda ya sitio para gente de su estilo y de su instinto, los veteranos curtidos que se empeñan en defender hasta el último suspiro las viejas reglas epistémicas del oficio: ir, ver y contar, sin renunciar al espíritu crítico y arriesgando el pellejo cuando es preciso. Servir los materiales sobre los que luego especulan el columnismo y otros géneros interpretativos de menos peligro.
Era Ramón un tipo a la vez bronco y tierno, duro para salir indemne de la línea de fuego y lo bastante sentimental para imaginar con humor (negro) su propio entierro. Afrontó el cáncer de frente, llamándolo por su nombre sin rodeos patéticos, escribiendo para ganarle tiempo a la existencia como cuando esquivaba a los francotiradores serbios en el cerco de Sarajevo. El enviado al frente es un hombre acostumbrado a negociar con la suerte y el miedo. Es ésa una casta especial cuyo secreto consiste en no darse importancia a pesar de estar rodeada de una falsa leyenda romántica; poco romanticismo hay en dormir con misiles zumbando junto a las ventanas. Pero el día que los periódicos vuelvan la espalda a esa misión ingrata no serán más que ruidosos contenedores de palabras, pura cháchara estructurada por abstractas series de algoritmos sin sustancia.
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